Audrey Hale, responsable del tiroteo en la escuela de Nashville, Tennessee, ocurrido el pasado 27 de marzo, compró de manera completamente legal siete armas de fuego, incluyendo los dos rifles de asalto y la pistola 9 mm que utilizó para asesinar a seis personas, entre ellas tres niños.
Era tratada por problemas psiquiátricos, pero no sirvió de nada la advertencia, no tenía antecedentes penales y con eso bastaba para que con unos cuantos dólares, lograra reunir el arsenal de un militar en funciones.
147 tiroteos masivos han tenido lugar en Estados Unidos en lo que va de 2023, según la organización Archivo de Violencia Armada o Gun Violence Archive, y aunque la solución de regulación parece lógica, en el país las cajas de municiones continúan compartiendo los espacios con las de cereal, y la posibilidad de limitaciones, se esfuman con la misma facilidad con la que se pierden vidas.
Más armas que gente
La cultura armamentista en Estados Unidos es -por decir lo menos- sorprendente: hay 120 armas de fuego por cada 100 habitantes, según la organización suiza Small Arms Survey (SAS). “Ninguna otra nación tiene más armas civiles que personas”, resalta un trabajo conjunto realizado por Kara Fox, Natalie Croker, Marco Chacon, y Krystina Shveda y publicado en CNN.
El territorio más cercano en números son las Islas Malvinas, que tiene 62,1 armas por cada 100 habitantes, seguido de Yemen, nación en guerra desde hace siete años, que aunque se haga popular entre youtubers como el sitio de los fusiles, solo tiene 53 armas por cada 100 residentes, mucho menos de la mitad que Estados Unidos.
El gran problema del país con las balas, se dimensiona aún más, si se toma en cuenta que solo dos Estados más tienen el porte como un derecho constitucional, y se trata de Guatemala y México, pero estas dos naciones no tienen ni una décima parte que el gigante del norte.
Zachary Elkins, profesor asociado de Gobierno en la Universidad de Texas en Austin y director del Proyecto de Constituciones Comparadas, citado por CNN, asegura que la gran diferencia en los diferentes países, es que por ejemplo en México sólo hay una tienda de armas en todo el territorio, y “es controlada por el ejército”, mientras que en Estados Unidos es un negocio que no deja de facturar.
De hecho, un informe difundido por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), publicado en el portal de noticias DW en el año 2020, indicó que “Estados Unidos acapara más de la mitad del comercio mundial de armamento”.
Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, y Raytheon son las cuatro primeras productoras mundiales, todas estadounidenses, y el número de armas que fabrican no supera las hechas por el segundo y tercer puesto sumados, posiciones que ocupan China y Rusia respectivamente.
Un paso adelante y tres atrás
El último tiroteo masivo que ilustraron los medios de comunicación en Estados Unidos ocurrió hace apenas unos días en un banco de Louisville, Kentucky, cinco personas murieron y ocho resultaron heridas, sin embargo fue el ataque en la escuela primaria religiosa The Covenant de Nashville, Tennessee, a finales de marzo, lo que encendió de nuevo una discusión que parece infinita, y que tiene más retrocesos que avances.
“Quisiera hablar brevemente sobre el tiroteo escolar en Nashville, Tennessee (…) es enfermizo. Seguimos recopilando los hechos sobre lo que pasó y el porqué” dijo el presidente del país Joe Biden.
Incluso, más revuelo levantó en torno a la regulación, el caso de la Escuela Primaria Robb de Uvalde, ocurrido el 24 de mayo de 2022, cuando Salvador Rolando Ramos, de 18 años, mató a 21 personas, entre ellas 19 niños, e hirió a 17, frente a la inacción de un cuerpo policial que tardó demasiado tiempo en entrar.
El hecho fue tan atroz que incluso el secretario general de la ONU, António Guterres, se manifestó “entristecido”, y señaló que era “particularmente desgarrador que la mayoría de las víctimas sean niños”.
Biden hizo lo propio, y proclamó un enfático discurso en contra de la violencia: “Por el amor de Dios ¿cuándo vamos a hacer frente al lobby de las armas?…Estoy harto y cansado de eso. Tenemos que actuar. Y no me digan que no podemos tener un impacto en esta carnicería ¿Por qué seguimos permitiendo que esto suceda? ¿Dónde, en el nombre de Dios, está nuestra columna vertebral para tener el coraje de enfrentar y hacer frente a los grupos de presión?”… poco o nada pasó después de las condolencias.
El problema de la regulación en Estados Unidos es absolutamente complejo, y está aderezado con uno de los negocios más rentables de la historia moderna.
Portar armas es un “derecho constitucional” en el país de las barras y las estrellas, y está reflejado en la Segunda Enmienda a la Constitución (o Enmienda II), propuesta el 25 de septiembre de 1789 y aprobada el 15 de diciembre de 1791.
Uvalde parecía haber sacudido cimientos, y en junio siguiente, senadores demócratas y republicanos de EEUU anunciaron el establecimiento de un acuerdo para frenar la violencia con armas de fuego, que tenía varios puntos neurálgicos, como mayores controles de antecedentes menores de 21 años, combatir el comercio ilegal, y un abultado presupuesto para la causa y para el tratamiento de la salud mental y la seguridad escolar.
La alegría de los activistas y familiares de personas asesinadas en tiroteos masivos duró poco, y el rechazo dentro de la casta política fue tan voraz, que el 22 de julio del año pasado, solo un mes después, la Corte Suprema de Estados Unidos reafirmó el derecho a portar armas de fuego en público, como derecho constitucional… al igual que la vida, paradójicamente.
Más recientemente, a finales de enero de este año, la senadora demócrata por California, Dianne Feinstein, presentó un proyecto de ley “para prohibir las armas de asalto y los cargadores de gran capacidad, así como para elevar a 21 años la edad mínima para comprar este armamento de combate” como resalta el diario El País de España, pero al parecer quedó entre los archivos.
Ya la mujer había hecho fórmula en 1994 con el entonces senador Joe Biden para una norma de prohibición de armas de asalto, “Pero los republicanos dejaron expirar la ley en 2004 y se permitió de nuevo la venta de esas armas”, dijo Feinstein.
Para hacer más complejo un panorama ya enmarañado, ahora la Cámara de Representantes de Estados Unidos está controlada por los Republicanos, que ganaron las elecciones recientemente, corriente política que ha defendido vehementemente la libertad de portar armas de fuego.
Es posible parar la matanza… pero solo si hay voluntad
“Querido Padre, soy el monseñor Basil O’Sullivan, un sacerdote irlandés viviendo en Dunblane, Escocia. Aquí vivimos una tragedia similar a la suya, hace unos 16 años. 16 niños muy pequeños fueron asesinados en la escuela, junto a su maestra, y otros 12 niños resultaron heridos. Su tragedia nos trajo muchos recuerdos aquí en Dublane. Nuestro pueblo cayó en una depresión por al menos un año, antes de que todo pareciera volver a la normalidad”.
Estas fueron las palabras que le escribió el sacerdote de la ciudad escocesa donde en 1996 un hombre entró en una escuela y asesinó a mansalva a los presentes, al padre Robert Weiss, asesor espiritual de Newtown, Connecticut, durante la masacre del 14 de diciembre de 2012, perpetrado por Adam Lanza en la Escuela Primaria de Sandy Hook.
Ambos sacerdotes se apoyan en un dolor punzante que comparten con la comunidad herida por la muerte demasiado prematura de más de una decena de sus miembros, pero con una gran diferencia. No solo Escocia aplicó regulaciones en el acceso a las armas, sino que las leyes se extendieron por todo el Reino Unido, mientras que Estados Unidos sigue restando requisitos y sumando víctimas.
El dolor de Dunblane se transformó inmediatamente en acciones, y solo 700.000 firmas después, y una intensa campaña en medios de comunicación, las leyes cambiaron radicalmente.
“Gracias al apoyo masivo de la opinión pública, que se canalizó a través de las familias de Dunblane, otros activistas, los medios de comunicación y un número importante de políticos, los sucesivos gobiernos conservadores y laboristas hicieron posible que se aprobara una nueva ley en 1997 que prohibió la propiedad privada de pistolas”, explicó en medios de comunicación Mick North, miembro fundador de Gun Control Network (Red de control de armas) y padre de Sophie, una de las niñas asesinadas en la escuela primaria de Dunblane.
La BBC de Londres, señala en un trabajo, que luego de la medida “el vínculo entre la disponibilidad de armas de fuego y el número de personas muertas a tiros era evidente para los legisladores en Escocia y hasta hoy el público continúa firmemente a favor de la prohibición”.
Enfatiza el reporte del medio británico, que “entre 2009 y 2018 los crímenes con armas de fuego en Escocia se redujeron en 75%, de acuerdo a los datos revelados por el gobierno escocés”, un número que parece más que suficiente para tomar medidas.
Pero el Reino Unido no es el único caso conocido. En abril de 1996, en Australia un pistolero abrió fuego en contra de turistas en Port Arthur, Tasmania, y mató a 35 personas e hirió a 23. Doce días fueron suficientes para aprobar estrictas leyes de regulación de armas, y dos décadas después la masacre sigue siendo la última ocurrida en el país, mientras que los crímenes bajaron 65%.
Detalla la BBC que Nueva Zelanda es un caso más reciente pero igualmente exitoso. Después del asesinato de 43 musulmanes a manos del supremasista blanco, Brenton Tarrant, ocurrido en 2019, “las autoridades prohibieron las armas semiautomáticas y los rifles de asalto, y a su vez lanzaron un plan de recompra de armas por el que los propietarios recibieron una compensación de hasta el 95% del precio original”.
“La experiencia de Reino Unido demuestra que el control de armas sí funciona, pero esta es una lección que los estadounidenses se resisten a aprender. Justo después de Dunblane, cada vez que se me pedía que comentara los tiroteos en las escuelas de Estados Unidos, que se producían cada vez con más frecuencia, yo decía ingenuamente que en cuanto los estadounidenses se dieran cuenta de lo que se había conseguido tras nuestro propio tiroteo en una escuela, se apresurarían a adoptar medidas similares. No podía estar más equivocado. Con leyes de armas cada vez más laxas, demasiados de sus ciudadanos siguen pagando el precio con sus vidas” concluye North, el padre de la pequeña asesinada en Dunblane, que como muchos se revuelven de tristeza, mientras observa impotente cómo se siguen llenando las listas de asesinados, con el nombre de personas inocentes.