Terremoto de Turquía: 30 segundos que sacudieron a la humanidad

30 segundos de agitación fueron suficientes para que miles de edificios se cayeran como piezas de dominó. Eran un poco más de las 4:00 de la madrugada y la mayoría dormía, como posiblemente lo hacía la adolescente aplastada por toneladas de concreto de cuya mano se aferraba su padre solitario, con la mirada perdida en el infinito.  Una de las imágenes más tristemente célebres de la tragedia.

Pero no es la única imagen que corre por redes y medios. Un bebé que salió gris de polvo con el cordón umbilical aún unido a su madre muerta, mujeres que de rodillas gritaban sobre víctimas cubiertas por cobijas, el padre al que tuvieron que arrancar del cuerpo de su hijo que yacía con otros cadáveres en la cabina de una camioneta, y un etcétera demasiado cruel, demasiado doloroso… demasiado todo.

En Turquía y Siria casi todos los sobrevivientes se movieron pocas horas después de lo que ocurrió, y con palas, masos e incluso las manos ensangrentadas, luchaban para que los corazones atrapados bajo los escombros siguieran latiendo. Para encontrar un poco de luz en el lunes más oscuro de su historia.

«Mi hermana y sus tres hijos están bajo los escombros. También su marido, su suegro y su suegra. Siete miembros de nuestra familia están bajo los escombros», explicó a la AFP Muhittin Orakci, señalando un edificio en ruinas en Diyarbakir. 

«Su hermana sigue bajo los escombros», dijo otra mujer al mismo medio, mientras mostraba a una persona que lloraba sin consuelo a los pies de la montaña de piedras y acero.

No es exagerado decir que todos han perdido a alguien, a algún familiar, amigo, vecino, o conocido, no solo en Gaziantep, sino también en Diyarbakır, Adıyaman, Osmaniye, Malatya, Kahramanmaras y Adana, las ciudades turcas más afectadas por el sismo.

Cerca del epicentro de Kahramanmaras no queda casi nada, más que pilas y pilas de escombros. Bajo el frío inclemente las personas se sientan en donde puedan, frente a lo poco que pueden reconocer de las construcciones desplomadas, con la esperanza de que cuando saquen a sus seres queridos, se escuchen gritos de alegría de los rescatistas y no silencio de luto.

Miles de celulares filman videos que corren por el mundo, e inclusive a miles de kilómetros de distancia de la tragedia, periodistas de redacciones lloran a los muertos que no parecen ajenos, y llegan a casa en la noche a abrazar a los suyos, al menos por 30 segundos.

Turquía y Siria duelen en todas partes, en una abuela que revivió el terremoto de Caracas de 1967, en el señor que revivió el de México de 1985 de 8.1, el de Valdivia – Chile de 1960 o el catastrófico terremoto de Sumatra en 2004 que alcanzó 9.2 grados en la escala de Richter y generó una serie de tsunamis.

No hay que estar cerca para sentir cosas. Aunque no llegó a Estambul el terremoto ocupa a los habitantes de la capital turca 24/7.

Eduardo, un inmigrante venezolano que trabaja en una organización que ayuda a gente vulnerable, pasa todo el día con vecinos y conocidos organizando donaciones que van a la zona cero, tratando de ubicar amigos, familiares y conocidos de sus amigos. Calmando con acción su corazón roto.

Se disculpa con LMN por no poder hablar en este momento, una chica que estaban tratando de ubicar desde hace días fue encontrada muerta bajo los escombros. Está sacudido, y la tarea de voluntario no da respiro. El tiempo corre y las estadísticas son crueles.

Mujer llora frente a la tragedia (Foto: El Periódico)

Siria, un azote que no se detiene

La misma historia se repite en las ciudades sirias de Aleppo, Latakia y Hama, una región donde se creía que el sufrimiento se había normalizado con la sangrienta guerra… hasta que la tierra se sacudió y en segundos volvió polvo miles de edificios, con el poder de 130 bombas atómicas, que ni siquiera fueron lanzadas tan cerca de casa.

“El 6 de febrero nos despertamos aterrorizados y corrimos hacia las escaleras sin ver nada, por el corte de la luz. Nos detuvimos en la puerta de casa, en donde hay una imagen de un ángel custodio y rezamos; después encontramos un celular y encendimos una linterna. Yo no reconocía el cuarto: todo el suelo estaba roto, las paredes y los cerámicos agrietados, los vecinos bajaban a los gritos. Recogimos sólo lo que podíamos llevar en los bolsillos del pijama, nos pusimos los abrigos y bajamos bajo la lluvia con un frío tremendo” cuanta Bassel, un joven habitante de Alepo perteneciente los Focolares, un movimiento católico que buscar la integración interreligiosa.

El muchacho aseguró a la web oficial del movimiento que representa, que hace apenas un día logró descansar, la imagen de desolación, muerte y destrucción lo atormentaba en las noches, además del miedo a que una réplica acabara con lo poco que quedó en pie de la residencia donde vive.

Y no era para menos, Monseñor Jean-Clément Jeanbart, arzobispo emérito de Alepo, se salvó, mientras que el Padre Imad, un hombre conocido en el sitio, falleció: “era mi amigo y nuestro maestro en el colegio desde cuando yo era pequeño, ha quedado debajo de los escombros” cuenta desconsolado el muchacho.

En Siria los fallecidos no han sido tantos como en Turquía, país que al cierre de esta nota ya había reportado más de 17.000 muertos, en contraste con los más de 2.000 de su vecino. Pero la situación es un poco más compleja por la guerra y las sanciones que han impuesto países de occidente a una de las tierras más castigadas por la mano del hombre, y ahora por la naturaleza.

“Ya antes del terremoto, había una crisis humanitaria generada por la guerra que comenzó hace 12 años con 15,3 millones de personas necesitadas de ayuda, de los que al menos cuatro necesitan los artículos más básicos para sobrevivir” explicaron representantes de la Organización de Naciones Unidas en un artículo publicado en su página oficial.

“Se trata de una crisis sobre otra crisis”, dijo El-Mostafa Benlamlih, máximo representante de la ONU en Siria, quien insistió en que las cifras cambiaron radicalmente para desgracia de los habitantes de este país, atrapados ahora entre balas, intereses políticos, escombros y deshumanidad.

«Ya teníamos una situación muy vulnerable; la gente es ya vulnerable, no es capaz de cuidar de sí misma (…) y de repente llega esto», añadió el funcionario que informó a la prensa en Nueva York, a través de una videoconferencia desde Damasco, como cita el organismo que representa.

Behlamlih lamentó que muchos de los avances que se habían logrado a lo largo de estos años en el país azotado por la guerra, se hayan perdido.

Lo de Siria es complejo por todas partes, la Unión Europea declaró que era complicado llevar ayuda por el bloqueo, lo que vuelve al territorio en un espacio aislado en el que la política ultraja descaradamente a la humanidad, sin que los “mortales” puedan hacer mucho.

“Cuando oímos las noticias, y vemos a los principales países que envían especialistas, ayudas y equipos de auxilio a los países afectados, sufrimos porque constatamos que no pueden mandar nada a Siria por el embargo, como si no fuéramos humanos” dijo Bessel.

La tragedia es inconmensurable, y la mayoría de las personas solo tienen un papel de impotentes espectadores, que más allá de aprovechar el momento, solo pueden abrazar fuerte a los suyos, desear con fe lo mejor para las víctimas y aprovechar un poco la vida, que puede cambiar radicalmente en tan sólo 30 segundos.

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