La otra cara del K-pop: Dietas, ensayos y control extremo para triunfar

El fenómeno del K-Pop ha alcanzado una popularidad sin precedentes en los últimos años, pero detrás de las brillantes actuaciones y el éxito masivo, se esconde un lado oscuro que ha cobrado relevancia con el tiempo.

El camino hacia convertirse en un ídolo del K-Pop es arduo y exigente. Los estándares físicos son extremadamente altos, y los jóvenes que aspiran a ingresar en este mundo deben cumplir con exigentes requisitos.

El control ejercido por las compañías de entretenimiento se asemeja al de una disciplina militar, y los contratos a menudo atan a los artistas durante varios años, dejando a las empresas con una gran parte de los ingresos generados.

Las exigencias no se limitan al aspecto físico, también se extienden a la vida personal de los artistas. Se les prohíbe tener parejas y deben consultar a la empresa antes de salir a cualquier lugar. Además, no se les permite expresar opiniones políticas.

Tras bambalinas, el K-Pop esconde una realidad dura y despiadada. Horas interminables de entrenamiento, dietas extremas y un itinerario de trabajo agotador son parte del día a día de los artistas.

Muchos miembros de bandas y solistas no pueden hablar sobre los abusos que sufren, pero en ocasiones los escándalos salen a la luz. Desde problemas de salud mental hasta suicidios, la presión por el éxito puede ser abrumadora.

La cirugía estética es común en esta industria, donde los estándares de belleza son muy rígidos. Los artistas se someten a procedimientos para cumplir con una imagen idealizada, incluso alterando sus rasgos naturales.

El «whitewashing» es otro problema controvertido en el K-Pop, y se trata una práctica en la industria del entretenimiento que consiste en alterar la apariencia de una persona, principalmente cambiando su tono de piel, color de cabello o rasgos faciales, para que se parezca más a una persona caucásica.

En el contexto del K-Pop, esta práctica se utiliza para hacer que los artistas parezcan más occidentales, lo que puede implicar el uso de maquillaje, cirugía plástica u otros métodos para cambiar su aspecto natural. Esto afecta especialmente a los artistas del Suroeste Asiático, cuyos rasgos físicos son diferentes a los de las personas de ascendencia caucásica.

Además de las presiones físicas, los artistas deben seguir un estándar de lenguaje y comportamiento. Los dialectos nativos son desalentados, y el idioma estándar se impone en los medios de comunicación.

La industria del K-Pop es un modelo de negocio rentable, pero su lado oscuro sigue presente. La competencia feroz, los contratos abusivos y la lucha por el éxito pueden tener graves repercusiones en la salud mental de los artistas.

Toda esta presión tiene sus consecuencias. En 2017 Kim Jong-hyun de la banda SHINe, se suicidó por las expectativas con las que luchó para alcanzar el éxito

Sulli, una exintegrante del grupo F(X) también puso fin a su vida por la depresión y el bullying que sufrió cuando intentaba consolidarse como solista.

El documental de Netflix ‘Light Up The Sky’ expone estas presiones, revelando las extenuantes condiciones de trabajo y los contratos opresivos que enfrentan las estrellas del K-Pop.

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