“Blonde”: el antes y después de Ana de Armas

La reina indiscutible de la película: Ana de Armas (Imagen: Blonde)

Una Ana de Armas convertida en Marilyn Monroe, inmaculada, perfecta, impecable, entra a la oficina del presidente de un estudio y ya tenía el papel. Pero antes, el hombre la coloca de espalda, le sube el vestido blanco, le baja la ropa interior y abusa de ella en el piso de un salón, atestado de obras de la taxidermia.

El plano se corta y se enfoca en el rostro perdido de la actriz que ya no es ella, es una Norma Jeane que rompe las fibras, reseca la garganta, eriza la piel, ahueca el estómago, despedaza el alma.

Desgarradora y a veces repulsiva, demasiado triste e injusta, hermosa pero también profundamente incómoda, así es Blonde, la nueva película inspirada en el mayor ícono estadounidense que tanta controversia levantó, incluso antes de que se conociera el primer tráiler.

Genia

La reina es ANA DE ARMAS, así, en mayúscula sostenida, a los gritos. Indiscutible, precisa, demoledora y perfecta, la cubana se convierte en Norma Jeane y también en Monroe, una víctima que nunca es reivindicada, un dolor que no para y que trasciende la pantalla, que lastima, obliga a encoger los hombros, remueve, penetra… corroe.

“En su piel, Ana de Armas captura con portentosa precisión psicológica y gran hondura emocional la tensión entre la impoluta fachada y el ser humano que se rompe dentro de ella, y logra resultar completamente luminosa mientras exuda tristeza y desesperación” escribió el crítico Nando Salva.

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El filme combina colores y blancos y negros (Imagen: Blonde)

Controversia

El resultado es controversial, porque se aleja demasiado de la realidad y explota con desparpajo la sexualidad, en un leitmotiv que podría volverse peligrosamente incisivo, al punto de rozar en panfleto barato del movimiento Mee Too. Pero el propósito de estremecer es logrado a la perfección por el director Andrew Dominik.

Quiso provocar, y no solamente se nota, sino que lo logra. Buscó escandalizar, levantar la alfombra donde se guardó por años el polvo y ponerle microscopio, para lograr el efecto que muchos sospechan era el que buscaba: dividir entre el odio absoluto y el amor descarnado por una obra de arte, dar de qué hablar, abrir debate, levantar pasiones.

Clasificada solo un punto por debajo del porno, que contrario a lo que parece no resulta grotesco, Blonde se aleja de los triunfos y fracasos de la Marilyn Monroe, y se adentra en lo más oscuro de la artista, dejando una estela de tristeza que permanece en el espectador, por horas, días, y quizás meses… habría que esperar.

Disruptivo, es probablemente lo que más se acerque a “Blonde”, un filme que muestra un John F. Kennedy repulsivo, personaje que en pocos minutos en pantalla deja un sabor dual de amargura y enojo, al ser la segunda parte de una gráfica escena de felación, donde -de nuevo y por enésima vez- la genialidad de de Armas revuelve sentimientos, activa los poros, dispara al corazón y acierta en la aurícula izquierda.

Y Dominik no se detiene, va con todo, parece que no le importa, y se centra en una víctima absoluta, desamparada, sin príncipe, ni caballo, ni amigos, y mucho menos auto salvación, lejos de las nuevas historias de un cine desgastado y repetitivo.

En casi tres horas ocurre de todo, desde los abusos de un marido celoso, las vivencias de una madre trastornada y el encuentro de placer sexual y emocional en un ménage à trois con un par de amigos, hijos de dos figuras preponderantes de la época: Charlie Chaplin y Edward G Robinson.

“Blonde va adquiriendo una alta capacidad hipnótica a medida que se adentra en territorios expresionistas que reflejan la psique, cada vez más quebrada de su protagonista” escribe Salva, de nuevo acertado.

Dolor y culpa

Aunque por instantes el acento de la cubana no convence a los más exigentes, el tono de voz y la presencia física están más que logrados y la actriz de 34 años se desdobla, como poseída por Marilyn y también por Norma Jeane , para perderse en un interpretación que trasciende, que crea dudas, que transporta, que cuestiona, que duele.

Dominik supo aprovecharlo, mezclando diferentes formatos, colores con blancos y negros que crean desacuerdos, planos encreíblemente expresivos, e incluso lágrimas sincronizadas, gotas de sudor justas, detalles precisos.

“El aire melancólico de Blonde se ve reforzado por esporádicos lapsos de monocromía (la fotografía de Chayse Irvin es nada menos que sublime) y por una partitura delicadamente lúgubre, que evoca a Twin Peaks, de Nick Cave y su compañero de banda de los Bad Seeds, Warren Ellis” escribió Ignacio Herrusio Martínez para la revista especializada diezminutos.es.

Las críticas son diversas: ¿se explota la imagen de Monroe? podría ser, ¿es una biopic? definitivamente no, ¿es un antes y un después para Ana de Armas? irrefutablemente sí.

Pero más allá de eso, mucho más allá de que guste o sea odiada, Blonde parece ser el principio de algo grande, el pilar de acero de su protagonista, la próxima referencia obligada al lado del nombre de Marilyn Monroe, la desfragmentación absoluta de un personaje infinitamente complejo, que por alguna razón se va y deja una indescifrable sensación de culpa y dolor a su paso.

Redacción
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