Implantar chips en humanos, para “subir” sus cerebros a la nube, almacenar recuerdos, controlar la tecnología solo con el pensamiento, hacer caminar a cuadripléjicos, devolverle el oído a los sordos, y el habla a los mudos, a través de “interfaces cerebros computadoras”, parece un remake del nuevo testamento… pero no lo es.
Esto es precisamente lo que propone,o mejor dicho promete, la empresa Neuralink Corporation, una compañía de neurotecnología estadounidense fundada por el controversial, mediático y multimillonario Elon Musk.
Suena extremadamente bien, increíble, innovador, revolucionario y hasta divino al desafiar la vida y la muerte, pero ¿es el nirvana médico y tecnológico que podría redefinir el destino de la humanidad?, ¿se trata de una conspiración en la que todos serían borregos de las megacorporaciones? o ¿es el resultado de un impecable trabajo de marketing de uno de los hombres más ricos del planeta?… pues parece que un poco de todo.
Visión simplista
Pager, un chimpancé de nueve años, se encuentra frente a un televisor. Desarrolla un videojuego simple con un control pegado a la pared, mientras toma batido de banana de un tubo de metal.
Seis semanas después, ya no está el joystick pero el juego se sigue moviendo. El mono lo hace con su mente, gracias a un chip de Neuralink que le implantaron para realizar el experimento, y que registró la actividad cerebral para poder decodificarla luego, dice la empresa.
La corporación de Musk asegura en su página web que Pager podría ser Juan, Pedro o José, un hombre cualquiera con un chip implantado, que tradujera sus pensamientos para mover un cursor en una computadora o dispositivo móvil, de manera que esto le permitiera utilizar una PC, enviar mensajes de texto o navegar por Internet “simplemente pensando cómo quieren que se mueva”.
Listo el silogismo. Si un primate con el chip de Neuralink puede mover un cursor con su mente, el dispositivo se puede implantar en humanos, entonces el hombre o mujer que tenga alguna enfermedad neurológica (es cuadrapléjico por ejemplo), obvio podrá moverse solo con pensarlo: simple sí, lógico sí, profundamente impreciso, también.
“Se trata de una visión de futuro que también tiene la neurociencia, pero lo que está diciendo Elon Musk es que lo va a conseguir 'mañana' y que va a ser accesible para todos. Es una barbaridad” considera Menéndez de Prida, directora del Laboratorio de Circuitos Neuronales del Instituto Cajal de España, citada por el diario El Español.
Con de Prida, coincide Andrew Hires, profesor asistente de neurobiología de la Universidad de California, quien además asegura que lo que mostró con el chimpancé, no sólo está muy lejos de ser una curación tecnológica de enfermedades sino que no se trata de algo nuevo: “Esto es algo que ya se puede hacer con las interfaces cerebro-máquina tradicionales…. No me sorprende que hayan sido capaces de lograrlo” aclaró en una entrevista concedida al portal iproup.com.
La científica española va un poco más allá, y asegura que lo único que ha podido ver como novedoso, es “la miniaturización de los dispositivos de transferencia, gestión y procesamiento de datos (…) pero el registro y la utilización de la actividad cerebral tanto a nivel de neurona como a nivel de campo, que es un término técnico, es algo que la neurociencia ya viene haciendo desde hace años”.
La ética del asunto
Además de los avances terapéuticos de la tecnología de Neuralink, Musk ha asegurado que su desarrollo científico podrá “establecer una simbiosis entre los seres humanos y la Inteligencia Artificial, conservar, reproducir y hasta compartir recuerdos”, como resalta el columnista David G. Maciejewski.
En relación con este tema, Ignacio Morgado, catedrático emérito de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), asegura que abre un espacio casi infinito donde se deben tener en cuenta consideraciones éticas, legales y morales.
“Otra cosa es que se hagan experimentos que no tengan intenciones terapéuticas, sino objetivos espurios, como conseguir controlar algún tipo de comportamiento modificando ciertas áreas del cerebro. Pero eso sería ilegal”, dijo el especialista, quien insistió en el carácter mediático, polémico y hasta mesiánico del también fundador de Tesla.
Para de Prida otro problema ético radica en la exagerada simplificación de la neurociencia, que a su juicio ha hecho Elon Musk en declaraciones públicas. Insisten en que no se trata de ingenieros metiendo “chips” en el cerebro, sino de neurólogos profundamente experimentados que no realizarían procedimientos tan invasivos y peligrosos en seres humanos, sin que se avancen en la investigación, que por el momento parece escueta.
La controversia pica y se extiende, ya que de lograrse la hasta ahora improbable tarea de almacenar los recuerdos de las personas, ¿cómo se administrarían esas memorias? ¿a quién le pertenecería? ¿se debe “pagar” por su almacenamiento? ¿el ser humano cede sus derechos?… más y más preguntas que emergen sin control en la infinitud de los supuestos.
El CEO y su ego
Tanto de Prida, como Hires y Morgan, coinciden con muchos en el mundo al asegurar que parte de Neuralink y sus avances, son más productos de una “buena iluminación”, desarrollada por un eficiente equipo de marketing, dirigidos a su vez por un empresario que disfruta de la atención.
“El CEO de tres compañías públicas y tercer hombre más rico del planeta gusta de alimentar un cierto culto a la personalidad. Su figura se ha convertido en un encuentro de opiniones apasionadas en quienes lo ven como un falso profeta y quienes se desgarran las vestiduras por defenderlo en línea”, opinó Nicolás Ruiz para el medio Tierra Adentro.
El columnista va más allá al asegurar que “Musk insiste en que no tiene tiempo para preparar presentaciones. Por eso, en muchas ocasiones, sus conferencias de prensa resultan en desplantes ridículos o simplemente confusos. Todo depende del humor del magnate”.
Lo cierto es que dentro del proyecto de Neuralink trabajan cientos de profesionales, cuyas credenciales son comprobables, sin contar los avances tecnológicos que ha logrado el multimillonario en sus múltiples compañías, por lo que, en este caso, solo el tiempo separará la ciencia de la ficción.