Aunque en su “bio” de Instagram, Claudi Matern se describe como “amante de la vida”, respondió a la noticia del intento de magnicidio a la vicepresidenta de Argentina lamentando el yerro del atacante: “¡Que lástima que no salió el tiro!”.
Mujeres, homosexuales, negrxs, musulmanxs y gitanxs –y también figuras públicas- son las principales víctimas de los odiadores en línea, conocidos más recientemente como haters.
El psicólogo Mario Lamagrande diferenció entre los haters (odiadores) y los trolls (crean controversia para fomentar el enfrentamiento entre otros usuarios): "cuando hablamos de un hater hablamos de alguien que tiene una problemática. Son personas antisociales, que no tienen ganas de construir, sino que están siempre transmitiendo su odio y su enojo".
Y aunque odiar es un sentimiento y no un delito, incitar a la violencia definitivamente lo es.
Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la intolerancia, recuerda que el odio es un sentimiento de aversión que puede llegar al exterminio.
“La incitación al odio es lo que viene a denunciar ese concepto, ese término de discurso de odio: incitar a un sentimiento que te puede llevar a eliminar al contrario”, aseguró.
Víctimas y analistas denuncian que las plataformas de redes sociales digitales no están haciendo lo suficiente para frenar el odio. Aunque Facebook, Youtube y Twitter se han comprometido a aumentar los controles, hasta el momento es un fenómeno sin freno.
De hecho, en todos los continentes se han denunciado hechos de este tipo y escandaliza la idea de que ahora la gente exhibe con orgullo su odio y rechazo fanático.
Algunos efectivamente tienen asociada una patología psiquiátrica de base. Aunque en términos estadísticos –en las redes sociales- son los menos.
En la mente de un haters
Hay gente que, al igual que cuando conduce, se transforma al navegar por la red, pues muchas veces la no presencia física, el anonimato y cierta sensación de impunidad contribuyen a hacer salir tel lado oscuro.
Ignacio Morgado, autor de "Emociones Corrosivas", y director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, explica que el odio es una combinación de varias emociones negativas que se juntan.
“Cuando sentimos odio, la corteza prefrontal del cerebro, está muy activa y la persona que odia está continuamente tratando de satisfacer ese odio, probablemente, buscando hacer daño a lo odiado de alguna manera”, explicó.
Odio como síntoma de lo político
Abordar el odio como síntoma de lo político exige considerar que -aunque es un síntoma de la vida “psíquica del sujeto”- esta persona es un yo socializado y su sentimiento negativo se enfoca en torno a ideas o ciudadanos que forman parte de representaciones sociales.
De allí el odio a líderes carismáticos (políticos, religiosos o artísticos) que impulsan intereses contrarios a los del hater.
El discurso del líder despliega disposiciones emocionales que por su relación diferencial antagónica favorecen la emergencia del odio, tal como lo plantea Sigmund Freud con respecto a la psicología colectiva.
Aunque odiar aquello que nos amenaza puede ser considerado “normal”, de allí a planificar y cometer delitos y crímenes (como el magnicidio) hay un largo trecho.
Recordemos que recientemente (01SEP2022) la ex presidenta argentina Cristina Fernández sufrió un intento de asesinato perpetrado por Fernando Sabag Montiel, de 35 años, de origen brasileño, nacionalizado argentino, y simpatizante de la ideología nazi.
El hombre accionó un arma cargada con cinco balas a pocos centímetros del rostro de la ex mandataria. Aunque el revólver no funcionó, el intento de magnicidio (y feminicidio) conmocionó a la opinión pública mundial.
Al día siguiente, medios opositores argentinos mostraban a un amigo del agresor lamentando que el tiro hubiera fallado.
Pedro Núñez, politólogo y miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de América Latina, de FLACSO-CONICET, escribió en un trabajo sobre conflictos sociales que el ataque demuestra un deterioro enorme de la convivencia democrática debido a una profundización y cada vez mayor polarización.
“Es preocupante la aparición de figuras situadas en los márgenes extremos del espectro político y también el hecho de que sectores políticos más legitimados incorporen en su agenda parte del discurso violento ", señala Núñez.
Otros magnicidios frustrados recordados son los de Ronald Reagan (30MAR1981), Juan Pablo II (13MAY1981), Fidel Castro (múltiples intentos), Nicolás Maduro (04AGO2018) y Jair Bolsonaro (06SEP2018).
Contra la apología del odio
Las normas internacionales de derechos humanos establecen que debe prohibirse toda expresión de odio nacional, racial o religioso que constituya incitación directa a la discriminación, la hostilidad o la violencia contra un grupo de personas vulnerable.
Estas reglamentaciones también establecen que este tipo de restricciones a la libertad de expresión no sólo deben estar prescritas por la ley sino que deben, sobre todo, ser necesarias y estrictamente proporcionales para contribuir al objetivo legítimo de erradicar la discriminación.
No es un dato menor que la misma tecnología que permite que las redes sociales impulsen el activismo en favor de la democracia y otras causas nobles, pueden utilizarse con intenciones maliciosas que procuran organizarse y cosechar adeptos.
Y aunque de momento las grandes compañías aseguren que apelan a la inteligencia artificial para resolver “los errores” que se han cometido hasta ahora, solo la información, la educación, el activismo y las narrativas alternativas combatirán efectivamente el acoso y el discurso de odio en Internet.