El mundo es testigo del resurgimiento de enfermedades que se creían erradicadas, como el sarampión, ántrax y poliomielitis; esta situación se suma a los recientes brotes de hepatitis y viruela del mono, todo esto enmarcado en la pandemia de Covid 19.
Los científicos buscan las causas en el cambio climático fundamentalmente, que conlleva al deshielo, el efecto invernadero entre otras consecuencias, que pudieran afectar la salud.
El calentamiento global, hace que el derretimiento de las placas de hielo en los polos sea cada vez más rápido, lo que pudiera estar despertando bacterias y virus, según sospechan los investigadores.
En el Círculo Polar Ártico la temperatura ha aumentado tres veces más rápido que en el resto del mundo.
“Las bacterias pueden permanecer latentes en forma de endoesporas. No están metabólicamente activas, pero resucitan cuando las condiciones ambientales son idóneas. Cerca de un 10% de estos microorganismos son viables después de medio siglo. Si quedan atrapados en ámbar o en hielo, pueden despertar pasados miles de años”, explicó Susana Serrano, microbióloga de la Universidad Complutense de Madrid.
El calentamiento global está provocando el derretimiento de las regiones polares y, con ello, los suelos del permafrost, es decir, la capa de suelo que está permanentemente congelada en estas zonas.
“El permafrost es un muy buen conservante de microbios y virus, porque es frío, no contiene oxígeno y es oscuro”, aseveró por su parte Jean-Michel Claverie, biólogo evolutivo de la Universidad de Aix-Marseille, en Francia.
Los científicos temen que enfermedades como la viruela o la peste bubónica puedan reaparecer, pues hay cadáveres enterrados en Siberia donde el deshielo avanza rápidamente. De igual forma, en fosas comunes en Alaska, investigadores han descubierto cadáveres con el ARN de la gripe española de 1918.
En agosto de 2016, un niño de 12 años falleció por otra enfermedad que “resucitó”, el ántrax. Según los científicos, el virus se habría liberado de las capas de hielo en la Península de Yamal, en la tundra siberiana. Los expertos consideran que la bacteria pudo haber pasado el agua y suelo cercanos, hasta llegar más tarde a la cadena de suministro de alimentos de la zona.
El caso de la viruela del mono, enfermedad propia de África, avanza con fuerza en países occidentales, muy especialmente en Europa. Hasta ahora, las grandes farmacéuticas trabajan en vacunas contra esta enfermedad para inmunizar a la población. También se reportan casos de una hepatitis de origen misterioso, que afecta principalmente a niños.
En cuanto al sarampión, una de las enfermedades más infecciosas del mundo, reapareció con fuerza en Estados Unidos, México, Francia y Madagascar. Estados Unidos ya está en camino de tener, en lo que va de año, más casos de sarampión de los que tuvo desde el año 2000, cuando este padecimiento fue eliminado oficialmente.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), 98 países reportaron un aumento en los casos de sarampión en 2018.
Lo mismo pasa con la poliomielitis; las autoridades de salud del Reino Unido anunciaron este miércoles la detección del virus que provoca esta enfermedad en diversas muestras tomadas de las alcantarillas de Londres.
También se encontraron en muestras de aguas residuales en Londres. Se trata del primer rastro desde la década de 1980. Sin embargo, hasta el momento no se ha confirmado ningún contagio, según indicaron las autoridades.
Ante toda esta situación, los científicos avanzan en sus estudios para determinar brotes de enfermedades que se creían erradicadas. Antes de la aparición del nuevo coronavirus, en el mundo dominaron el zika, dengue, ébola y gripes asociadas a pollos y cerdos, entre otros animales.
Los especialistas identifican siete factores para el rebrote de enfermedades, epidemias y pandemias: más tránsito de personas entre países, la urbanización desenfrenada, el cambio climático, mayor demanda de proteína animal, más contacto con zonas silvestres, rechazo a las vacunas y falta de profesionales de salud y vigilancia.
El aumento de la movilidad entre fronteras representa una oportunidad de negocios, conexiones y contactos con otras culturas. Pero también facilita la transmisión de agentes infecciosos y puede acelerar los brotes de epidemias e incluso pandemias.
La urbanización desenfrenada también genera problemas de hacinamiento, caldo de cultivo para la propagación de virus y bacterias.
El contacto con animales silvestres incide en enfermedades y en que los virus que antes atacaban particularmente algunas especies, ahora afecten a otros animales o hasta a humanos.
La creciente demanda de proteína animal incrementa el riesgo de nuevos patógenos y epidemias. En los últimos años, la humanidad padeció por las gripes aviar y porcina. Estos animales no siempre se crían en las condiciones sanitarias adecuadas.
La falta de normas y supervisión hace que en muchos países estos animales sean mantenidos en espacios reducidos, sin higiene o incluso mezclados con otras especies. Es todo lo que un agente infeccioso necesita para mutar, combinarse y "saltar" a las personas.
El rechazo de la población a vacunarse también genera un escenario adecuado para la propagación de virus y bacterias. Ya sea por dificultades en la producción y distribución de dosis, o por la influencia de noticias falsas sobre el tema; lo cierto es que la cobertura de vacunas contra muchas enfermedades está por debajo de lo deseado.
Por otra parte, la ausencia de una estructura básica de salud y vigilancia en muchos lugares, hace que un pequeño problema se convierta en un brote, una epidemia o incluso una pandemia. En este escenario, también es fundamental contar con un servicio de salud capaz de atender, diagnosticar y tratar a los pacientes de la mejor manera posible.
Ante el resurgimiento de enfermedades que se creían erradicadas, muchos países están en alerta y establecen la vacunación obligatoria como medida para contrarrestar el problema, mientras otros refuerzan los protocolos de seguridad existentes y hasta aplican multas a quienes se nieguen a inmunizarse.
