Esta historia comienza en algún punto del Tapón de Darién entre Colombia y Panamá, cuando la venezolana Rosmary González, le pide ayuda a la periodista del New York Times, Lajas Blancas para encontrar a su hijo y esposo.
“Llevo dos meses esperando y nadie me dice nada, ¡ayúdame!”, dijo en llanto Rosmary.
Minutos después, la venezolana de 45 años, más calmada, contó que perdió a su hijo de cuatro años y a su esposo de 50, mientras su grupo familiar intentaba cruzar esta selva, una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo.
El Tapón de Darién abarca más de 130 km de tupida vegetación, calor asfixiante, ríos y pantanos por donde cruzan diariamente miles de migrantes de países latinoamericanos y de lugares tan lejanos como África y Asia quienes buscan llegar a Estados Unidos.
Según Migración Colombia, desde principio de año al menos 250.000 personas han atravesado esta selva, casi el doble que el año pasado, y casi 20 veces el promedio anual de la última década.
González relata que salió a finales de julio junto a su esposo y tres hijos del estado Zulia, ubicado al noroeste de Venezuela, con la intención de llegar a México y de ahí a Miami, buscando una mejor calidad de vida y dejar atrás la pobreza y el hambre por la que pasaban.
Vendieron todas sus pertenencias y pidieron ayuda económica a varios amigos hasta juntar 30.000 dólares para cubrir el costo de esta travesía sin imaginar que también perdería a la mitad de su familia.
Esta historia como muchas otras se repiten a diario en este y otros pasos migratorios en el mundo, con desenlaces mucho más trágicos. Sin embargo, los riesgos psicosociales a los que se enfrentan estos migrantes en situaciones extremas podrían desencadenar en varias patologías que se resumen en el síndrome de Ulises.
¿Qué es el síndrome de Ulises?
El psiquiatra español Joseba Achotegui, se especializa con temas de migración en la Asociación Mundial de Psiquiatría, de la cual es su secretario y resalta que durante este año la política migratoria se endureció en la mayoría de los países desarrollados.
Muchos de estos migrantes empezaron a experimentar una realidad muy particular, presentando en ocasiones un cuadro reactivo de estrés muy intenso, crónico y múltiple.
Achotegui le puso nombre: Síndrome de Ulises o Síndrome del Inmigrante.
El nombre de síndrome de Ulises es una referencia al héroe legendario de la mitología griega, el cual sufrió múltiples peligros y adversidades lejos de su familia y de sus seres queridos.
De hecho, Ulises, un semidiós, con toda su fuerza, y como lo relata Homero en La Odisea, se pasaba los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas.
Es decir, hasta el héroe sufría ante las adversidades de la ausencia de su hogar y sus seres amados. Podemos suponer, por tanto, que las personas reales que llegan a países buscando nuevas oportunidades, también resultan víctimas de desesperación y estrés.
Y con las recientes publicaciones de organismos internacionales que reflejan las altas cifras de movilidad migratoria en diversas regiones del mundo, este síndrome se podría convertir en un auténtico problema de salud mental en los países finales de esta población.
Etapas de este síndrome
Los cambios que pueda experimentar esta población migrante se pueden originar por una sucesión de pérdidas vinculadas a todas aquellas facetas de la vida que se dejan en el país del cual provienen.
Esas pérdidas se constituyen en un duelo, originando por tanto estrés psicológico, tensión y problemas de tipo emocional, en menor o mayor intensidad, en función de las distintas estrategias de afrontamiento y de los recursos personales con que la persona cuenta para hacer frente a dichas pérdidas.
Para Achotegui, existen hasta siete clases de duelos relacionados con la inmigración: la familia, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el grupo de pertenencia y los riesgos físicos.
Estos momentos de dolor se producen de acuerdo a la experiencia personal de tomar la decisión de migrar, ya que no es lo mismo vivir la migración en unas condiciones correctas (viajar a otro país con una planificación previa) en la que pudiese existir un tipo de duelo por desprenderse de familiares y allegados o en situaciones que se denomina “límite”, en la que la decisión de migrar es tan extrema que no existen posibilidades de elaboración un duelo de forma correcta. De esa manera, el inmigrante sufre una situación de crisis permanente, conformándose este tipo de duelo migratorio el característico del Síndrome de Ulises.
Achotegui resalta que los estresores a los que se enfrentan los inmigrantes en nuestros días y la angustia provocada por el proceso migratorio son tan elevados que exceden la capacidad adaptativa de las personas, lo que tiene una influencia directa en su salud, tanto física, como mental.
Es por eso que el Síndrome Ulises no describe una enfermedad particular, sino un cuadro de estrés reactivo, un duelo extremo que se manifiesta en el límite entre el área de la salud mental y el área de la enfermedad.
Se considera que el Síndrome de Ulises engloba cuatro áreas sintomatológicas:
- Depresiva: con la presencia de tristeza y llanto.
- Ansiosa: existen patrones de ansiedad, lucha, pensamientos recurrentes e intrusivos, tensión, irritabilidad, insomnio y preocupación excesiva.
- Somatomorfa: con la presencia de cefalea sobre todo de tipo tensional, astenia, fatiga, molestias osteoarticulares y sudores.
- Disociativa: se experimentan casos de confusión, desorganización, despersonalización, déficit de atención y memoria, entre otros.
Según los especialistas, este síndrome es un trastorno transgeneracional, es decir, es un síndrome que se hace más complejo en una segunda generación, de una forma u otra, la presencia de éste continúa en los hijos de los inmigrantes.
En este punto, los especialistas prevén que una de las causas de que este síndrome se transmita a una siguiente generación es que los mismos no se sienten ciudadanos de pleno derecho en el país que ya han nacido y son ciudadanos de pleno derecho.
Un punto de estudio es que en la mayoría de los países que son receptores de migrantes obliga a esta comunidad a que tenga que adaptarse de forma rápida al ritmo de vida de ese país, además que algunos medios podrían publicar informaciones racistas o de rechazo por un grupo determinado.
En cuanto a los estresores y los duelos que determinan el Síndrome de Ulises son:
- La soledad: tiene que ver con la separación de los seres amados, ya sean hijos, cónyuges, familiares, personas queridas, etc., personas a las cuales por distintos motivos no pueden acompañar a la persona que emigra.
- Duelo por el fallo del proyecto migratorio: pueden presentarse casos de desesperanza y de sentimiento al fracaso.
- Lucha por sobrevivir que se manifiesta en dos áreas: la alimentación y la vivienda. Estar en la calle obliga a buscar nuevos métodos de supervivencia.
- El miedo: el enfrentamiento de mafias durante la travesía, riesgo de expulsión del país, levanta la angustia y el estrés.
En este último punto, los especialistas mencionan que el estrés crónico que genera el miedo a nivel biológico se relaciona con inflamaciones en las amígdalas que de seguir por varios días podría producir una atrofia del hipocampo. Igualmente podrían existir pérdidas neuronales situadas en la corteza orbitofrontal.
El estrés de carácter crónico puede producir un aumento del condicionamiento al miedo, a nivel tanto contextual como sensorial. De esa forma, la persona responde con miedo cuando hace frente a las distintas y nuevas situaciones.
Este factor es muy relevante en las personas que padecen Síndrome de Ulises, personas que están sometidas a distintos estresores y que por tanto tienen la capacidad de reactivar el miedo que ya han sufrido en situaciones pasadas.
En cuanto a las variables que aumentan el efecto de los estresores en el Síndrome de Ulises son:
- La multiplicidad: cuando se presentan varios estresores, éstos se potencian.
- La cronicidad: es más complicado sufrir estrés durante meses o años que solo durante unos días.
- La relevancia y la intensidad de los estresores: estos varían dependiendo de la carga emocional.
- La falta de sensación de control: cuando una persona no tiene sensación de control ante una determinada situación.
- Falta de apoyo social: Escasa o nula presencia de organismos o red de apoyo para esta población.
Apoyo
Los especialistas en la materia destacan que las personas que sufren este síndrome no tienen una patología de depresión diagnosticada, es un síndrome particular con unas características especiales.
En este sentido, Achotegui, asegura que este apoyo debe orientarse a un modo tipo educativo y de apoyo emocional, por lo que el trabajo terapéutico sobre el Síndrome de Ulises agrupa no sólo a los psicólogos, a los médicos o a los psiquiatras, engloba a los trabajadores sociales, promotores de salud y los líderes comunitarios.
Es fundamental, por tanto, la prevención sanitaria y psicosocial teniendo en cuenta las características culturales del migrante, con acciones empáticas e inclusivas.
Sin embargo, Achotegui lamenta que la mayoría de esta población migrante posee los índices más altos de incumplimiento terapéutico y de abandono del tratamiento en el área de la atención en salud mental.
La mayor migración de la historia reciente
Latinoamérica ha vivido una larga historia de flujos migratorios hacia Estados Unidos como destino final. Desde el 2016 hasta la fecha, más de 4,6 millones de venezolanos han salido de su país en busca de un futuro mejor, según cifras de la ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados
Debido al problema del idioma, la mayoría de esta población se movilizó y se estableció en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Panamá y en menor medida en Trinidad y Tobago.
Vale destacar que un número significativo y en aumento sigue su camino hacia los Estados Unidos.
Once países de la región aumentaron los requisitos de ingreso a los migrantes venezolanos y se han presentado casos de xenofobia y de racismo.
Ante ese panorama, la protección social y el apoyo de expertos en la materia que puedan ayudar a esta población a enfrentar y superar los obstáculos psicológicos puede jugar un papel fundamental en la reducción de vulnerabilidades de los migrantes y ayudar a mitigar los impactos a corto y largo plazo sobre esta nueva etapa de la vida a la que se enfrentan.