La Facultad de Medicina de la Universidad Complutense y el Arzobispado de Madrid presentaron este martes, la reconstrucción digital del rostro del santo San Isidro Labrador, patrón de los madrileños.
Según las investigaciones realizadas al cuerpo momificado de este santo, fue un hombre dedicado a los trabajos manuales, con una estatura de 1.86 metros aproximadamente, de rasgos africanos, y que falleció alrededor de los 40 años.
Este análisis se realizó en siete facetas distintas, que incluyeronuna descripción del entorno, dos exámenes, tres estudios y la reconstrucción facial escultórica del santo, en la que se obtuvieron nuevos datos interesantes.
Uno de los hallazgos más curiosos ha sido el de un objeto metálico con forma de moneda alojado en la garganta del santo. Los especialistas creen que parece ser una moneda con la inscripción de la silueta de un león rampante, enmarcado en un rombo.
En el estudio paleopatológico realizado, no se encontró signos de violencia o traumatismos, sin embargo, se evidenció que padeció de graves infecciones que afectaron el diente y el periodonto, lo que pudo desembocar en una sepsis.
Los forenses consideran que esta enfermedad, en el contexto de la época en la que vivió este personaje, pudo ser la causa real de su muerte. El cuerpo de san Isidro también muestra distintos niveles de densidad en algunos huesos, además de un nivel separado de la masa encefálica en el cráneo.
El informe destaca que algunos hallazgos degenerativos en algunas partes del cuerpo responden a un uso intenso de los brazos, propio "de la actividad y el trabajo de los labradores" de la época.
Cuenta la historia que San Isidro, nació a finales del siglo XI en el Mayrit musulmán en el seno de una familia humilde, por lo que tuvo que dedicarse a trabajar el campo para propietarios de tierras.
Juan de Vargas es el más conocido de ellos; tenía sus tierras al otro lado del puente de Segovia, en un espacio que viene a coincidir con el lugar donde está hoy su lugar de peregrinación.
Durante esas tareas agrícolas, San Isidro golpeó con una vara unas rocas, y de ellas brotó un generoso riachuelo. Ese es el agua que aún hoy se conserva, como una fuente, en su ermita, que los devotos van a beber.
Para ser santo, su vida fue altamente atípica: fue un hombre laico, casado, con un hijo, y con una biografía de obras y milagros de interés.
