A propósito de celebrarse este 15 de septiembre el Día Internacional de la Democracia (establecido por la ONU en 2007) vale la pena revisar el largo camino de este sistema político en América Latina y su actual común denominador: “democracia deficiente”.
El término déficit democrático es empleado de manera oficial por la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para designar a las organizaciones que no desarrollan mecanismos democráticos.
Aunque la historia de América Latina es -a grandes rasgos- la historia de derrocamientos de gobiernos democráticos, por militares aliados a las clases privilegiadas y los intereses internacionales, es indispensable cambiar dicha particularidad.
A pesar de que la democracia es un valor universal, no existe un modelo único de democracia.
Sin embargo, los estudiosos coinciden en que la democracia es un modelo de gobierno en el cual el poder decisorio en materia económica, política y social recae sobre la población. Esta emplea dicho poder para elegir a sus representantes y conformar instituciones.
Si observamos un siglo atrás, para 1920 se estima que había solamente 20 democracias en el mundo. Hoy este número ha crecido notoriamente.
Sin embargo, en nuestro sub continente la característica más presente es “democracia deficiente”. Es decir, la participación popular no es tan plena.
Entonces conviven distintos regímenes: “democráticos”, híbridos y autocráticos, y en todos se aprecia cierta debilidad.
En Perú se vive una delicada crisis institucional. En Argentina vimos el intento de asesinato de su vicepresidenta Cristina Fernández. Ecuador vive la violencia del crimen organizado. Y en Brasil, los ciudadanos se aprontan a elegir a su nuevo presidente, en medio de infundadas acusaciones anticipadas de fraude electoral por parte del actual mandatario, Jair Bolsonaro.
Y esos no son los únicos: también hay señalamientos concretos contra los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Sin embargo, y para ser justos, también la democracia deficiente pulula en el planeta aupado por una crisis a nivel global, donde destacan la pandemia, la inflación, conflictos bélicos, crisis migratorias y el aumento del narcotráfico y el crimen organizado.
No es un dato menor que la democratización y ampliación de los derechos debe aumentar cada día y hacer frente a rémoras de prácticas políticas que se mantienen tercamente.
En esta región conviven distintos regímenes: “democráticos”, híbridos y autocráticos, y en todos se aprecia cierta debilidad.