El líder del partido Likud, Benjamín Netanyahu, tendrá 28 días para formar un nuevo gobierno que lo acompañe en su gestión, luego que fuera formalmente investido con el mandato por parte del presidente israelí, Isaac Herzog.
Después del resultado de las elecciones del pasado 1 de noviembre, el exprimer ministro israelí se dispondrá a encabezar el que sería el gobierno de más extrema derecha en la historia de su país.
"Haremos todo para que, con la ayuda de Dios, sea un gobierno estable y exitoso, un gobierno responsable y dedicado, que trabaje en beneficio de todos los habitantes del país sin excepción", dijo el exmandatario durante una ceremonia en la residencia presidencial de Jerusalén.
Con el 97% del escrutinio, el bloque del ex primer ministro alcanzó 65 de los 120 escaños de la Knesset, lo que le permitirá iniciar su tercera etapa al frente del Gobierno.
"Se ha demostrado que somos con diferencia el partido más grande de Israel", proclamó Netanyahu, en unas elecciones concurridas que contó con la participación del 71,3 por ciento, la más alta desde 2015.
Se especula que los partidos Shas e Yisrael Beiteinu serán los aliados de Bibi, en un claro gobierno de derecha que aspira, según los especialistas, a gobernar sin adquirir compromisos con quienes puedan oponérsele en el camino.
De igual forma, el presidente Herzog advirtió al primer ministro de los grandes desafíos que deberá enfrentar. “Los ciudadanos de Israel requieren un gobierno estable y que funcione, un gobierno que sirva a todos los ciudadanos, tanto a los que lo apoyaron y votaron como a los que se opusieron a su establecimiento”.
Netanyahu es considerado el hombre fuerte de la política israelí, y alguien a quien no le gustan las concesiones. En su pasado gobierno buscó la cercanía de otros hombres poderosos de derecha, como Jair Bolsonaro, en Brasil, Viktor Orbán, en Hungría, o la del expresidente estadounidense Donald Trump, quien le cumplió su gran deseo de trasladar la embajada de EE. UU. A Jerusalén, y de rescindir el acuerdo nuclear con Irán.
Las contradicciones del primer ministro pudieran emerger en su relación con Putin, al que considera un buen amigo político y que goza de popularidad en un gran sector de la población israelí.