Riley Anderson, la protagonista de la película animada ‘Intensamente', “creó” a Bing Bong cuando tenía 3 años de edad. Su amigo imaginario está hecho de algodón de azúcar, es un híbrido entre gato, elefante y delfín, y llora caramelos.
La creatividad de los niños es un mundo maravilloso como el que describe la película de Pixar, y expertos dicen que en parte es por la capacidad de relajación que tienen, un estado mental que no solo es la tierra fértil de buenas ideas, sino también el semillero de verdaderas epifanías.
La relajación y la paz creativa
Se podría describir a la epifanía como una especie de click que genera ideas increíbles, el “eureka” del matemático griego Arquímedes en la bañera, cuando descubrió que no tendría que fundir la corona del rey para medir la cantidad de oro en ella.
Pero expertos aseguran que esto no ocurre en momentos de estrés por encontrar respuestas, sino cuando la mente consigue la paz y logra un estado de tranquilidad que permite el ordenamiento natural de los pensamientos.
“Según las teorías psicológicas, la mente necesita periodos de relajación para que fluya la creatividad. Pero, por supuesto, no es tan sencillo como dar un paseo para hacer el descubrimiento del siglo. Hay otro factor importante en juego: el trabajo duro y la reflexión profunda” como expone un artículo publicado en la web dw.com.
Todas estas epifanías surgieron después de un esfuerzo intenso que mantuvo ocupado por un tiempo a sus creadores. Arquímedes no podía dejar de pensar en el problema que tenía que resolver y eso fue lo que motivó a que, durante un momento de paz, encontrara la respuesta.
Este proceso es más fácil para el cerebro de un niño, que logra despejar su mente y simplemente desplomarse con el cuerpo extendido, sin mayores problemas, similar a lo que pasa con los gatos, maestros de la relajación. Entonces, no se trata de aprender a hacer algo, sino de recordar cómo hacerlo.
Pero los psicólogos insisten en que hay que diferenciar entre relajación y aburrimiento. No es lo mismo permanecer despierto con el teléfono encendido, que alcanzar una desconección total del entorno.
“Los expertos dicen que ese tipo de actividades ayudan a la mente a divagar y a que fluyan las asociaciones libres de ideas. Lo mismo ocurre con los paseos, de los que Aristóteles, William Wordsworth y Friedrich Nietzsche dijeron que eran el mejor momento para pensar” detalla el trabajo.
Es por eso que las epifanías y las buenas ideas en estados de relajación tienen sentido desde el punto de vista científico, como se explica en el trabajo de Carl Jung, quien las consideraba como la comunicación entre el inconsciente y el consciente, esos momentos cuando el primero irrumpe en el segundo, y surge el gran “eureka”.
Lo cierto es que no necesariamente tienen que ser grandes descubrimientos científicos, ni la tabla periódica que soñó Dimitri Mendeléyev, ni la estructura química del benceno que vió August Kekulé en una serpiente que se mordía la cola, basta con desenmarañar ese asunto que perturba, un motivo suficiente para estirar los pies, respirar profundo y dejarse llevar.