Este viernes, Tetsuya Yamagami abrió fuego contra el ex primer ministro de Japón Shinzo Abe, mientras este daba un mitin político en la ciudad de Nara, antigua capital del país. Pese a los esfuerzos, Abe murió desangrado a causa de una intensa hemorragia que no pudo ser contenida por el equipo médico del hospital de Kashihara al que llegó en parada cardiorrespiratoria.
Lo que parecía imposible sucedió en un país en el que el control de armas se encuentra entre los más estrictos del mundo y los niveles de violencia, entre los más bajos del planeta.
Yamagami -quien es hasta ahora el único sospechoso- creía que el ex líder nipón estaba vinculado a un grupo religioso al que culpaba de la ruina financiera de su madre, quien habría realizado varias donaciones.
"Mi madre se involucró en un grupo religioso y me molestó", son las supuestas declaraciones de Yamagami que citan medios nacionales, aunque no se ha nombrado al grupo religioso con el que supuestamente estaba molesto.
Lo que sí se sabe es que Tetsuya Yamagami estuvo planificando el ataque por al menos 3 meses y que lo perpetró con un arma realizada a partir de piezas compradas en línea. Incluso, estuvo asistiendo a otros eventos de la campaña de Abe, incluido uno el día anterior a unos 200 kilómetros de distancia, según dijeron los medios.
Las imágenes que han circulado dan cuenta de un hombre con anteojos que vestía franela gris y pantalones color café que estuvo ubicado detrás de Abe, poco antes de descargar dos tiros de un arma de fabricación casera sobre el político.
La incredulidad se ha extendido entre la ciudadanía ante un suceso que hasta ahora consideraban que no podía ocurrir en su país. “Es una locura que Japón se vea afectado de este modo, especialmente que afecte a una de las personas más influyentes del país”, declaró Kensaku Kimura, un oficinista en Tokio, al periódico Japan Times.
