Primero lo primero: las siglas NFT significan Non Fungible Token (token no fungible).
Estos tokens (fichas) son unidades de valor que una organización crea para desarrollar su modelo de negocios, en este caso con un bien no fungible que es aquel que no se puede sustituir. Por ejemplo, una obra de arte: si tienes un cuadro, este no se consume al utilizarse y tampoco puede ser sustituido por otro.
Teniendo estos conceptos claros, tendremos que los NFT son reservas de valor, como el oro o cualquier otro bien que se puede comprar y vender, que aumentan su precio cuando el número de compradores sube y disminuye cuando su precio baja.
En este caso, la reserva de valor se trata de ilustraciones digitales. Ahora que están de moda encontramos que una de ellas llegó a costar 6 millones de dólares.
Estas imágenes funcionan a través de la tecnología blockchain -la misma de las criptomonedas- que se construye con ordenadores descentralizados y asegurados usando criptografía resistente a la modificación de datos.
Es por esto que cada NFT tiene un certificado digital de autenticidad donde se registra el valor inicial y las adquisiciones o transacciones que se hayan hecho con él.
La moda de los NFT se origina porque muchos usuarios consideran que es “el futuro del arte” y su valor aumentará con el tiempo. La idea, por lo tanto, es que si compro un NFT en un futuro pueda revenderlo por más dinero.
Es un activo único, lo que en teoría le debería dar un valor mayor al no existir otro igual.