La Real Academia Española oficializó que en el caso del adverbio “sólo” es obligatorio escribirlo sin tilde en contextos en los que su empleo no entrañe riesgo de ambigüedad y corrigió además la posibilidad de escribir con tilde los demostrativos éste, ése y aquél con idéntica argumentación: es obligatorio escribirlos sin tilde cuando no hay riesgo de ambigüedad.
Esta “batalla” fue ganada finalmente por los escritores dentro de la Academia, pero costó trece años para que se adoptara la decisión del criterio de los lexicógrafos, que alimentó una de las grandes polémicas de la historia reciente de la institución.
Académicos como Arturo Pérez-Reverte, Antonio Muñoz Molina, Luis Mateo Díez, Soledad Puértolas, Carmen Iglesias, Mario Vargas Llosa o José María Merino también se declararon contrarios a la prohibición.
Los escritores argumentaban que las posibles ambigüedades “pueden resolverse casi siempre por el propio contexto comunicativo (lingüístico o extralingüístico)”.
En la RAE recordaron que alguno de los académicos llevaba libros que, desde los títulos a los pasajes principales, presentaban casos en los que la falta de acento podía cambiar el significado de las oraciones y por tanto, las intenciones narrativas del escritor.
De ahí la insistencia de los escritores para que la RAE abordase la corrección que ayer fue adoptada, por fin, para devolver la tilde a sólo y a los pronombres demostrativos éste, ése y aquél.
A juicio de la normativa de la Academia, hasta hoy el empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo y los pronombres demostrativos no cumplía el requisito fundamental que justifica el uso de la tilde diacrítica, “que es el de oponer palabras tónicas o acentuadas a palabras átonas o inacentuadas formalmente idénticas, ya que tanto solo como los demostrativos son siempre palabras tónicas en cualquiera de sus funciones”.
Por eso, se había prescindido de la tilde incluso en casos de ambigüedad.