Poco o nada se habla de quiénes están detrás de la Inteligencia Artificial: no de las grandes súper empresas de tecnología, sino de los miles de trabajadores en el tercer mundo (en la frontera colombiana, por ejemplo) que dedican millones de horas trabajando en lo que se conoce como digital sweatshops (talleres clandestinos digitales).
La BBC publicó un reportaje en el que explica que, «es más provechoso, menos agotador y mejor remunerado que ser mesera, asistente part time o hacer tareas físicas». Además, destacan sus entrevistados que es mejor ser trabajador informático de baja escala que “ama de casa, vendedor ambulante o estudiante».
Estos profesionales, más conocidos como «etiquetadores de datos» (data labelers, en inglés), identifican información, como textos, imágenes y videos, y le indican al programa qué es qué, para que la máquina pueda entender qué es cada cosa y aprender en qué contexto usarla.
Enrique García, CEO de la empresa DignifAI, ubicada en Cúcuta, en la frontera entre Colombia y Venezuela, afirma que la inteligencia artificial brinda buenas oportunidades laborales, en especial para comunidades vulnerables que tienen poca oferta de trabajo.
“La empresa está basada y tiene como misión darle trabajo a los migrantes venezolanos que cruzan hacia el país vecino, y también a los colombianos desplazados internamente”, argumentó.
De hecho, el lema de DignifAI, que cuenta con el apoyo de varios organismos de ayuda, es: «Outsourcing dignity through artificial intelligence» («Tercerizando dignidad a través de la inteligencia artificial»)
Aunque reconoce que hay algunas empresas que pagan por debajo del sueldo mínimo, considera injusto poner la lupa solo sobre este sector: «es un tema de perspectiva».
«Nuestro piso salarial es de 2,30 dólares la hora, y eso representa 1,8 veces el sueldo mínimo de Colombia. Muchos de ellos -antes de trabajar con nosotros- estaban ganando 4 o 5 dólares al día», afirmó.
García reconoce que las grandes empresas podrían invertir más en la contratación de etiquetadores, pero afirma que ponerles muchas exigencias podría hacer que decidan buscar anotadores en otros lados.
«Por lo menos estamos trayendo oportunidades de generación de ingresos acá donde, sin esta alternativa, no las habría».
En África también se enseña a la IA
Más allá de la paga, otro tema que genera polémica en torno a los etiquetadores de datos es el efecto del trabajo sobre su salud mental, explica el reportaje de la BBC.
“Parte de la función de estos entrenadores es enseñarle al programa de IA qué información no es apta para ser publicada» detalla.
“Para ello, algunos deben adentrarse en los rincones más oscuros de internet y catalogar todo el vasto caudal de material violento, siniestro y perverso que reside allí, para así mostrarle a la máquina a ignorar el costado putrefacto de la gran red de redes” explican los responsables.
Según Martha Dark de Foxglove, realizar este trabajo, que es vital, «puede causar trastorno de estrés postraumático y otros problemas de salud mental en muchos trabajadores».
Su organismo representa a un ex empleado de Sama que trabajó como moderador de Facebook en Kenia y en 2022 demandó tanto a Sama como a Meta -dueña de la red social- por el daño psicológico que sufrió, una causa que se sigue deliberando en los juzgados de Nairobi.
«Estos trabajos tienen un costo sobre la salud mental de quienes los hacen y deberían recibir cuidados psiquiátricos adecuados además de un salario más justo», le dijo Dark a BBC Mundo.
Según la activista, las grandes empresas tecnológicas tienen recursos económicos de sobra para proveer este tipo de asistencia, pero no lo hacen porque «ponen las ganancias por encima de la seguridad de sus trabajadores».
Mirar material violento y tóxico puede generar un trastorno de estrés postraumático dice Martha Dark de Foxglove.
Sama, que también contrata a etiquetadores en otros países de bajos ingresos como Uganda e India, para clientes como Google y Meta (dueña de Facebook), se promociona como una «IA ética», y asegura haber sacado a más de 50.000 personas de la pobreza.
Sin embargo, Martha Dark, directora de la organización activista británica Foxglove, cuya meta es «hacerle frente a los gigantes tecnológicos y a los gobiernos, por un futuro en el que la tecnología sea usada para beneficiar a todos, no solo a los ricos y poderosos», le dijo a BBC Mundo que las grandes empresas tecnológicas usan el outsourcing para pagarle a estos trabajadores mucho menos de lo que corresponde.
«Todas estas compañías son empresas multimillonarias y es francamente inadecuado que le estén pagando US$2 la hora a las personas que hacen posible que estas plataformas existan», señaló.