Las emblemáticas trenzas usadas por las afrodecendientes no son un simple peinado, ni una moda. Su uso va más allá, pues ha servido durante muchas épocas como un instrumento de comunicación y protección, entre otras cosas.
Según un trabajo publicado por BBC estos peinados han pasado de generación en generación y siempre se han acoplado a su época, pero también con el tiempo se han convertido en una herramienta de estigmatización.
Específicamente en el caso de las afrocolombianas, quienes usaban las tranzas de raíz para indicarles a los esclavos africanos por dónde huir de la explotación.
En el litoral Caribe del llamado Nuevo Reino de Granada, las mujeres esclavizadas idearon esta genial forma discreta de crear y ocultar a plena vista, mapas de orientación hacia espacios de libertad.
Estos peinados eran ideales para graficarle a los hombres el camino por donde escapar, ya que a simple vista parecía un estilo y en realidad era una historia.
Además, esas trenzas declaraban el estatus social de quien las llevaba, dejaban claro cuál era su estado civil, qué religión profesaban y además, las identificaban como miembros de ciertas comunidades o etnias.
Un código de libertad
Viendo que su estrategia era funcional, comenzaron a usarlo como un código, y las esclavizadas se convirtieron en cartógrafas sin lápiz ni papel.
Además de ser un medio de comunicación, en las trenzas las mujeres además guardaban objetos de valor que les servirían una vez llegaran a los palenques, (los lugares o concentraciones políticamente organizadas de esclavos), como fósforos, granos de oro o semillas para cultivar.
Para planear las fugas, las mujeres se reunían alrededor de las cabezas de las más pequeñas, en las que trazaban sus mapas. El modelo enrollado indicaba una montaña; las que eran como serpientes, sinuosas, indicaban que había una fuente hídrica (una quebrada o un río); una trenza gruesa indicaba que en ese tramo había un destacamento de soldados y así sucesivamente inventaban nuevos códigos.
Estos trenzados también indicaban puntos de encuentro, marcados con varias hileras de trenzas convergiendo en un mismo lugar, cada una representando un camino posible.
En esos puntos se reunían durante la fuga para enterarse de cómo les estaba yendo y tomar decisiones. El último punto estaba en la nuca.
Estigmatización social
Aunque este instrumento fue funcional por muchos años, cuando quedaron aparentemente libres y empezaron a integrarse a la sociedad, las mujeres se vieron obligadas a renunciar a sus peinados.
La presión social las impulsó a alisarse el cabello, y lo que había sido un instrumento de liberación se unificó en un modelo hegemónico de estética y de belleza.
De manera que cuando las mujeres decidan hacerse este particular peinado, deben sentirse orgullosas de sus raíces, más allá de la moda.