En Uruguay viven tres millones y medio de personas. El territorio es tan pequeño que se lo recorre en línea recta en sólo ocho horas y aunque está entre los 30 países más “felices” del planeta, también se suicidan más que en ninguna otra parte de este continente. En 2022, se quitaron la vida 818 personas.
“La tasa de muertes auto provocadas duplica el promedio global. En Uruguay, cada día, dos personas no encuentran otra salida que quitarse la vida. De hecho, es la principal causa de muerte violenta, superando a los homicidios y a los accidentes de tránsito. Nadie sabe por qué”, reflexiona un artículo publicado en Revista Anfibia.
“De acuerdo a un informe del Banco Mundial, en 2021 Uruguay era el país con menos pobreza de América Latina (solo 3,2% de su población percibe menos de 5,5 dólares diarios). Además, según el Índice Global de Paz, es uno de los países más seguros de la región, solo después de Chile.
Pablo Hein, sociólogo e integrante del Grupo para la Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida de la Universidad de Uruguay, explicó que el suicidio es un problema serio en el país al menos desde finales de los ‘90 o comienzos de los 2000.
“A partir del año 2000 hay una lógica del individualismo y la pérdida de centralidad de ciertas instituciones que nos daban cohesión social, como el Estado, la iglesia, los sindicatos, los partidos políticos, los clubes deportivos. Hay que empezar a entender que la vida no es sólo felicidad, también es infelicidad”, dijo.
Según la columna Nación Diazepam (publicada en el semanario Búsqueda) después del consumo de alcohol y de tabaco, las benzodiacepinas —fármacos con efecto ansiolítico, hipnótico, relajante muscular y antiepiléptico— son las sustancias más consumidas por los uruguayos.
Según estos indicadores, 85% de la población toma psicofármacos.
James Davis, psicoterapeuta inglés, profesor de sociología y psicoterapia en la Universidad de Roehampton, Reino Unido, denuncia que “drogamos a la gente en lugar de ofrecerles terapia psicológica porque se ve el dolor como una disfuncionalidad que debe ser corregida y la solución más rápida que se ha encontrado es la medicación. Pero con ella no arreglamos nada, porque se trata de químicos que sedan un sentimiento que actúa como faro: el dolor ilumina lo que está mal, algo a lo que debemos prestar atención”.