Cada verano, los monumentos más emblemáticos del mundo, como la Torre Eiffel o la Estatua de la Libertad, aumentan su tamaño por el calor: la dilatación térmica hace que crezcan 15 cm la primera y hasta 20, la segunda.
El gran gigante parisino, con 18.038 piezas de hierro y 10.100 toneladas de peso, aumenta su tamaño durante los meses de verano hasta en 15 centímetros, publicó NatGeo en su portal web.
“Sin embargo, se debe tener en cuenta que el monumento mide 300 metros de alto, sin contar la antena de su pico, por lo que el cambio no es apreciable para el ojo humano. Aunque 15 centímetros puedan resultar significantes en la altura de una persona, el paso de 300 metros a 300,015 metros no es algo apreciable a simple vista”.
Y no solo aumenta, sino que se inclina. En los días despejados en los que el Sol incide sobre un mismo lado del monumento durante toda la jornada, la parte soleada alcanza mayores temperaturas que la que se mantiene a la sombra, por lo que sufre una mayor dilatación. El resultado es que, al final del día, la torre se ha inclinado unos grados hacia el lado opuesto al Sol, aunque, como en el caso anterior, no es un hecho apreciable a simple vista.
Al igual que su compañero francés, la Estatua de la Libertad, en Nueva York, es otro de los grandes exponentes mundiales del fenómeno. La estructura se compone de hierro cubierto de cobre, dos materiales sensibles a los cambios de temperatura y en los que la dilatación es muy apreciable.
Los datos existentes estiman que a una temperatura ambiente de 20ºC, la Estatua de la Libertad tiene una altura aproximada de 93 m pero que, en un día veraniego y caluroso donde los termómetros alcanzan valores de 35ºC, su estructura se dilata en casi 24 cm.
Una vez más, es un aumento considerable en las medidas a las que estamos acostumbrados, pero en este gigante, no será un cambio apreciable para el ojo humano.