Hace 25 años el filósofo australiano David Chalmers y el neurocientífico alemán Christof Koch hicieron una apuesta, sobre uno de los temas más intrigantes de la existencia: la conciencia.
Los reconocidos académicos acordaron establecer una serie de estudios con investigadores para probar ideas sobre cómo el cerebro genera la conciencia.
Todo dependía de encontrar algo conocido como «los correlatos neuronales de la conciencia».
El objetivo principal del estudio fue descubrir «qué partes del cerebro son suficientes para tener una experiencia conciente», lo que ayudaría a entender por fin cómo se logra la conciencia.
25 años después el filósofo y el científico se encontraron en la 26ª reunión anual de la Asociación para el Estudio Científico de la Consciencia, celebrada recientemente en la Universidad de Nueva York. Y fue ahí cuando Chalmers se declaró ganador de la apuesta.
¿Cómo ocurrió todo esto?
Según el testimonio recogido por la BBC, en 1998, en una conferencia en Bremen, Alemania, Christof estaba entusiasmado con la idea de que ciertas áreas del cerebro podrían estar asociadas con la conciencia y por esto, apostó que dentro de 25 años ya habríamos identificado las áreas del cerebro que están ligadas a ella.
Chalmers, que era poco optimista con la idea, apostó que no sería así.
Christof, justificó su decisión porque junto a Francis Crick, el biólogo molecular británico que descubrió la estructura helicoidal de la molécula de ADN hereditario, habían pensado en un programa empírico en 1990 sobre la conciencia y la naturaleza de la realidad y la mente y el alma.
Es por ello que decidieron enfocarse en la huella que la consciencia deja en el cerebro, ya que «se conoce que el cerebro es el órgano de la conciencia, no el corazón», afirmó Christof.
Ellos pensaron en “un programa empírico para hacer progresos empíricos; un programa que fuera independiente, en el que no importara de cuál sesgo filosófico particular fuera -idealista o pampsiquista- pudieras avanzar en esta cuestión empírica” describe el neurocientífico alemán.
La idea era probar si podían clasificar el ADN y averiguar qué significan los genes, para intentar descifrar la conciencia. Christof aceptó que había perdido la apuesta.
Pero, ¿qué tan cerca estuvo de ganar?
El especialista alemán señala que pese a los resultados, mucho se supo en los últimos 25 años. “Hemos aprendido más sobre el cerebro en la última década de lo que aprendimos en toda la historia anterior de la humanidad. Sabemos mejor cómo manipularlo, ya sea experimentalmente en el laboratorio o tomando sustancias psicodélicas u otras».
Actualmente están empezando a rastrear “dónde vive”, la conciencia en las densas selvas del cerebro, pero no han logrado un consenso entre la comunidad de neurocientíficos y clínicos y psicólogos que estudian este tema.
Por su parte, David considera que hay “un misterio filosófico gigante aquí: es el problema filosófico mente-cuerpo”.
De acuerdo al filósofo australiano la apuesta no fue sobre por qué existe la conciencia.
“Fue deliberadamente sobre una pregunta científica más manejable: cuáles áreas del cerebro están más estrechamente asociadas con la conciencia”, agregó Chalmers
“Tenemos un conocimiento muy íntimo de la conciencia porque es nuestro mundo, lo que ves, las voces que escuchas en este momento son una experiencia conciente. Así que estamos íntimamente familiarizados con ella. De hecho, estamos más familiarizados con la conciencia que con cualquier otra cosa” explicó Chalmers.
El filósofo sostiene que en el centro de la existencia de este mundo está la conciencia.
El ganador de la apuesta recibiría una caja de buen vino y, al final, Christof le entregó seis botellas de vino a Chalmers. “Además, decidimos hacer otra apuesta por otros 25 años. Así que nos volveremos a ver en 2048 a ver si hemos descubierto los correlatos neuronales de la consciencia para entonces.” dijo en broma el filósofo australiano.
En esta nueva apuesta, Christof se muestra más confiado por los avances de la tecnología y la ayuda de Elon Musk, dueño de la compañía Neuralik, para mejorar las formas de intervenir directamente en el cerebro.
“Admití con beneplácito que perdí la batalla, obviamente, pero creo que todos ganamos la guerra por la ciencia: todos hemos aprendido mucho sobre la base neurológica de la conciencia, y eso es progreso” afirmó Christof.
Finalmente, ambos sostuvieron que el desafío más grande para los próximos años será hacer una IA consciente.