La ruta del Mar Mediterráneo se ha transformado en una trampa mortal para personas que huyen de la pobreza y la desigualdad desde Asia y África con destino a Europa.
Esta travesía tiñe de sangre las aguas turbias, frente a la indiferencia de los gobiernos, las enmarañada burocracia y un mundo que no parece capaz de ver humanidad en los rostros extranjeros.
No es tarea fácil encontrar el número exacto de víctimas de un naufragio de migrantes ocurrido en aguas griegas el pasado 14 de junio. Los medios pararon de contar en 79, y los reflectores se dirigieron a la tragedia del submarino Titan, que implosionó mientras llevaba personas a conocer los restos del Titanic: el sumergible mató a cinco, la cifra del hundimiento terminó en unos 650 muertos.
Acnur y los números escandalosos de un tragedia
2023 aún no se acaba, y podría ser uno de los años más mortales para los migrantes que atraviesan el Mar Mediterráneo.
Desde enero hasta el mes de marzo de este año, más de 36.000 migrantes llegaron a la región mediterránea de Europa, cifra que casi duplica la del mismo periodo del año pasado, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
El mar es la ruta más usada, no porque sea la más segura, sino por ser la más “rápida”. Los botes improvisados de madera, hierro o caucho, pueden zarpar desde las costas africanas, y llegar al viejo continente en un trayecto de apenas 14,4 kilómetros en su punto más estrecho. De hecho se estima que el 98% de los migrantes que han llegado a Europa a pedir asilo, lo han hecho navegando, y solo el 2% lo ha hecho por tierra o aire.
En el 2018, Acnur aseguró que el Mar Mediterráneo era una de las rutas más mortíferas del planeta para emigrar. Ese año, un informe denominado “Travesías peligrosas” detalló que “en el Mediterráneo Central, se produjo una muerte o desaparición por cada 18 personas que cruzaron a Europa entre enero y julio de 2018. Esta tasa es mayor que la registrada durante el mismo periodo del año anterior (una muerte por cada 42 personas llegadas a Europa por esta ruta)”, y la tasa no ha hecho más que ascender.
Tres años más tarde, en 2021, otro informe daba luces de lo dramático de la situación. Según estadísticas, al menos 1.924 personas murieron o desaparecieron en el trayecto, sumado a otras 1.153 que sufrieron la misma suerte en la ruta marítima del noroeste de África hacia las Islas Canarias.
Esas cifras van a resultar ínfimas en 2023. Ya solo dos naufragios han sumado casi 700 fallecidos: el de junio en Grecia y el del pasado 8 de agosto ocurrido en las costas italianas, en Lampedusa, en el que ya habían fallecido al menos 42 personas.
Según la Organización Internacional de las Migraciones, cerca de 72.000 refugiados y migrantes han llegado a las costas de Europa de primera línea: Grecia, Malta, Italia o España. Más de 3.800 han fallecido en su trayecto, y 2.761 de estas muertes fueron en el mar, como reporta la agencia de noticias France24.
La tragedia toma cara de niño y es que según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) 11.600 menores cruzaron el Mediterráneo para llegar a Europa en los seis primeros meses de este año, 289 murieron en el mar, es decir 11 por semana, casi el doble que el mismo periodo de 2022.
«Estas trágicas muertes en el mar son evitables. Necesitamos más vías seguras para que las personas forzadas a huir no se vean empujadas a arriesgar sus vidas», criticó Acnur en la red social X, pero las respuestas no terminan de llegar.
Enmarañada burocracia desampara a los migrantes
En Europa la mayoría de los gobiernos no quieren a los migrantes, y en África no parece haber mayor preocupación por las personas que salen de sus costas huyendo de la situación de sus países.
Aunque este año se habló nuevamente de migración en la Unión Europea (UE) como grupo, poco se avanzó y las políticas colectivas son fuertemente criticadas por varios estados miembros, especialmente por los que ocupan gran parte de la costa mediterránea: Italia, España, Francia, Grecia, además de Mónaco, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Montenegro, y Albania, no tan populares para los navegantes que huyen de sus casas, pero igualmente afectados.
El problema, insisten los gobiernos como el de Italia, surge “en virtud del llamado Reglamento de Dublín, adoptado por primera vez en 2013, la solicitud presentada por un solicitante de asilo pasa a ser responsabilidad del primer Estado miembro de llegada” como detalla el medio Europa News.
Esto coloca a naciones como la de Roma, además de España y Grecia en el ojo del huracán, debido a que son las que tienen mayor línea fronteriza en la ruta predilecta de traficantes de personas, y por ende el mayor peso en un problema que insiste debe ser compartido.
A esto hay que sumarle un proceso complejo para el migrante que solicita asilo, quien muchas veces no está interesado en quedarse en estas naciones y preferiría viajar más al norte, según han demostrados múltiples estadísticas.
La salida más simple parece ser la reubicación de cientos de personas en varios países de la Unión Europea, además de la asistencia del bloque a las cientos de personas que se lanzan al Mar Mediterráneo sin contar con las condiciones, pero esto es legalmente inviable.
«La migración actual está esencialmente atrapada entre la espada y la pared. Los flujos migratorios y las presiones migratorias continúan, pero a los Estados miembros les resulta muy difícil ponerse de acuerdo sobre un conjunto de soluciones eficaces y comunes al respecto», aseguró Andrew Geddes, director del Centro de Política Migratoria del Instituto Universitario Europeo (IUE), durante una entrevista con el medio Euronews.
Sin embargo, gobiernos como el de Giorgia Meloni no paran de insistir en esta posibilidad, y el pasado 23 de julio promovió el encuentro «Conferencia Internacional sobre Desarrollo y Migración» con países del mediterráneo y representantes de la UE, para exigir respuestas por parte del bloque.
“La idea que Meloni trató de impulsar en las instituciones europeas era que la carga migratoria se repartiera entre los países de primera acogida, principalmente el sur del continente, y los de segunda acogida, entre los que había posiciones enfrentadas” detalla Euronews.
Incluso la ministra ultraderechista que se ha mostrado severa a la hora de hablar de migración, insistió en que se trabajara también en los países de origen de los migrantes y los de tránsito, como Túnez y Libia. “a través de protocolos de coordinación y proyectos de desarrollo, que el Gobierno italiano había englobado en un programa de inversiones denominado plan Mattei”.
En vista de la falta de entusiasmo a sus solicitudes, países como Italia y Grecia han adoptado medidas controversiales en relación a los migrantes que atraviesan el mediterráneo: la indiferencia.
Son múltiples las denuncias de que el gobierno griego, antes de que la tragedia ocurriera, sabía de la embarcación con 750 inmigrantes que naufragó en junio, y de que Italia también ha estado al tanto de muchos barcos en problemas que han terminado naufragando, sin embargo no intervienen porque lo que menos se espera es que estas personas lleguen a sus costas.
Al no poder parar el flujo de gente, Italia ha insistido por varios frentes, y el año pasado negó el 53% de los 52.625 asilos que procesó, lo que deja a muchos en un limbo legal, porque al ser rechazados simplemente se queda en el país sin documentos.
Aunque no ha sido tan público en el tema como lo ha sido Meloni, el gobierno de Emmanuel Macron en Francia es incluso más severo que Roma a la hora de aprobar asilos. De 137.046 recibidos en 2022, solamente concedieron 56.179, como refiere el Ministerio de Interior Francés, citado por CNN.
Alemania por su parte ha hecho la diferencia al conceder el 72,3% de los asilos solicitados, de un total de 244.132 requerimientos, como le dijo a la cadena estadounidense, un representante de la Oficina Federal de Migración y Refugiados de Alemania.
En 2022 Grecia examinó 30.886 solicitudes de asilo, y entregó 19.242, según detalla la Agencia de Asilo de la Unión Europea, lo que podría ser un ejemplo cuantitativo de la negativa de muchas de quedarse en ese país, cuya recepción en masa se debe más a su ubicación que a un deseo colectivo de los migrantes de asentarse en una de las naciones con más inestabilidad económica del continente.
Desinterés por un tema en el que no hay rostros, solo estadísticas
El pasado 14 de julio ocurrió en el Mar Mediterráneo una de las mayores tragedias relacionadas con migrantes en el mundo. El naufragio de un barco pesquero abarrotado de gente dejó entre 650 y 690 muertos, en su mayoría paquistaníes.
Sin embargo, solo cuatro días después el tema perdió relevancia y los medios se enfocaron en la desaparición del submarino Titán que llevaba a cinco personas a explorar los restos del Titanic. Eran millonarios, cuyas historias de vida no tardaron en llegar a los medios de comunicación, los ocupantes del barco en Grecia eran números sin rostro.
“Aquellos que murieron en el Mediterráneo la semana pasada también son individuos, probablemente con intereses e historias de vida muy interesantes que simplemente no estaban disponibles para nosotros. Como crítica literaria, me interesa cómo se construyen nuestras historias y a quién elegimos tratar como individuos y quiénes simplemente se vuelven parte de una masa anónima” dijo a la BBC Priyamvada Gopal, profesora de estudios poscoloniales en la Facultad de Inglés de la Universidad de Cambridge.
Como dijo la especialista -que se mostró muy crítica con esta dispar cobertura- para la mayoría los migrantes son números, excepto para sus familiares, y el punto radica en entender por qué se prioriza la vida de ciertas personas mientras que otras están “relegadas a los márgenes de la historia humana”.