Arde el mundo: la acción humana y su relación con los incendios

“Ambos lados, el derecho y el izquierdo, están en llamas… es jodidamente aterrador” dice Noah Tomkinson de 19 años con la voz temblorosa y los ojos rojos, durante una grabación que él mismo tomó en pleno incendio en Maui el pasado 8 de agosto, después de que junto a su madre y su hermano de 13 años saltaran del auto hacia el océano Pacífico, en busca de refugio contra el fuego que arrasó parte de la isla.

La jornada terminó con más de 110 muertos, 6.000 millones de dólares en pérdidas, y un Hawái devastado, cubierto de cenizas, que daba cuenta y memoria de lo que sería el peor incendio vivido en la historia moderna de los Estados Unidos.

Agosto ha sido un mes de fuego. Mientras los Tomkinson estuvieron horas en el mar hasta que los bomberos los rescataran, en Tenerife miles de personas eran evacuadas por el avance despiadado de las llamas, en Grecia el fuego arrasaba con hectáreas de bosques, en Canadá había al menos 1.000 incendios activos en la Columbia Británica, e incluso en pleno invierno en el cono sur, en Argentina, kilómetros cuadrados de terreno verde desaparecían tras el trazo gris que deja la flama. 

Agosto en llamas

A más de una semana de extinto el incendio el Hawái, todavía había más de 400 desaparecidos, como informó el alcalde de Maui, Richard Bissen, quien paradójicamente consideró la cifra como esperanzadora, tomando en cuenta que unos días atrás, la lista sumaba 2.000 nombres.

Ya no queda mucho espacio de cenizas por hurgar, el 85% del terreno en la zona de Lahaina (la más afectada) estaba cubierto, pero el otro 15% llevaría días o tal vez semanas. Es de difícil acceso y los esfuerzos están colocados en quieres sobrevivieron y vieron su patrimonio hecho polvo.

Para empeorar aún más el panorama, el gobernador de Hawái, Josh Green, declaró que entre los desaparecidos probablemente hay muchos niños. Lamentablemente en este caso no hay mucho que hacer, solo esperar.

Muy lejos de Maui pero al mismo tiempo, aún este viernes ardía la isla española de Tenerife, y aunque el incendió ya se había «estabilizado» según las autoridades, hasta 12.000 personas fueron evacuadas en el punto más álgido de la tragedia.

El fuego redujo a cenizas el 7% del territorio de este pueblo canario que tiene en total unas 203.400 hectáreas. La magnitud de la destrucción ubica al fenómeno dentro de la categoría de «megaincendio» o «incendio de sexta generación», «un fenómeno que no es nuevo, pero cuya frecuencia podría aumentar por el abandono rural, la mala, escasa o a veces nula gestión de la biomasa sobrante de los bosques o el cambio climático» explica la revista especializada National Geographic.

“La calificación de ‘incendio de sexta generación’ hace referencia a aquellos incendios de tal intensidad que alteran la dinámica de las capas altas de la atmosfera y generan vientos que pueden ser muy difíciles de modelar, por lo que no nos es posible predecir el comportamiento del fuego», detalla en declaraciones al SMC España Inazio Martínez de Arano, director de la Oficina Regional del Mediterráneo del Instituto Forestal Europeo, citado por NatGeo.

Básicamente se trata de escalón más alto y letal, que últimamente ha azotado a Europa y América principalmente, como es el caso de las llamas que no paran de multiplicarse en Canadá.

El pasado 25 de julio CNN en español publicó que el humo de más de 1.000 incendios en el gigante más al norte del continente, se había extendido por Estados Unidos, lo que llevaba consigo «una mala calidad del aire y una contaminación que amenaza la salud de sus habitantes en ciudades del norte de Estados Unidos como Chicago (Illinois) y Minneapolis (Minnesota)».

Esta situación contribuyó a que Chicago, Minneapolis y Detroit (Michigan) figuren ahora «entre las tres principales ciudades de EEUU clasificadas entre las 20 más contaminadas del mundo, según IQAir».

Un mes después Canadá sigue ardiendo, todavía hay más de 1.000 focos encendidos, y expertos mexicanos arribaron recientemente al país para tratar de controlar las llamas que ocasionaron recientemente la evacuación de pueblos enteros, por miedo a que el fuego se trague a sus habitantes.

Grecia y Argentina también se han visto afectados

Un extenso territorio del noreste de Grecia está siendo consumido por las llamas. El jueves el fuego se acercó demasiado a la capital Atenas y hubo que evacuar a cientos de personas. El humo se coló en una de las ciudades con más historia del mundo, mientras se reportaban ya al menos 30 muertos, entre ellos un grupo de personas que se cree son migrantes, y en el que estaban incluidos varios menores de edad.

Además, 60 bomberos han resultado heridos, según indicó el jueves el vocero del departamento Ioannis Artopios.

A pesar de que en el hemisferio norte el intenso verano han empeorado la situación de los incendios, el cono sur no escapa de esta realidad, incluso en pleno invierno. Argentina ha sido escenario de quemas de miles de hectáreas de bosques en diferentes provincias de centro y norte del país.

No se trata de un caso menor, «los distintos focos de incendios se extienden desde la zona del Delta del Paraná –que comparten las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos– hasta Córdoba y el Norte argentino», detalla un reporte publicado por el diario El Clarín.

De hecho el trabajo especial firmado por Lucía Dozo resalta lo siguiente: «si bien la problemática afecta a todo el continente, nuestro país figura como el segundo con mayor número de incendios forestales en el mundo, según el Monitoreo Global de Bosques de la agencia espacial estadounidense».

Las sierras de Córdoba han sido las más golpeadas por las llamas. Estimaciones del gobierno argentino señalan que alrededor de 200.000 hectáreas han sido arrasadas solamente en esa provincia y murieron dos vecinos que intentaban ayudar a contener el fuego.

En San Luis la situación aunque es un poco menos grave, amenazó con abrazar parte del pueblo turístico de Potrero de los Funes, una zona conocida por eventuales ráfagas de viento, pero que se vio bendecida por una llovizna inesperada, que terminó domando momentáneamente a la bestia.

Los responsables: 95% humanos 5% otros

Las causas de los accidentes muchas veces son muy diversas, pero en el caso de los incendios el principal responsable es sin duda el ser humano por acción directa, a pesar de que se relacione el calentamiento global con el incremento de los casos.

“Más del 90 por ciento de los incendios son intencionales”, detalló el ingeniero agrónomo Néstor Di Leo, integrante del Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), citado por el diario El Clarín de Argentina.

Enfatiza el especialista que “los focos de incendio aparecen con un patrón agrupado, no al azar. Si fuese un fenómeno accidental la posición de los puntos de fuego sería totalmente aleatoria. Esto puede apreciarse claramente desde las imágenes satelitales”.

En las redes sociales se viralizó un video en el que se observa un cable de alta tensión hacer chispas en la isla de Maui en Hawái, que supuestamente sería el inicio del fuego. Eso no ha sido confirmado, pero tampoco es una teoría imposible.

Sin embargo todos los expertos insisten en que si bien las condiciones climáticas especialmente hostiles debido al calentamiento global no son el detonante de los incendios, sin son «gasolina» para ellos.

En el caso particular de Argentina el déficit de precipitaciones, incluso en pleno invierno, secó la vegetación que se encendió como pólvora.

En Grecia los incendios estuvieron acompañados de temperaturas de hasta 46 grados, en medio de una de las olas de calor más largas de su historia.

Sin embargo otra investigación de la de la revista National Geographic señala que «para que se den incendios se necesitan al menos tres ingredientes: que además deben darse de forma simultánea. Estos ingredientes son: igniciones (naturales o humanas), vegetación densa y continua (combustible) y sequía. La relación de estos factores con los incendios no es lineal, sino de tipo umbral. Es decir, hay un nivel de igniciones, de continuidad de vegetación, y de sequía a partir de los cuales la probabilidad de incendio aumenta de manera exponencial (se dispara)».

Para la publicación especializada, esta realidad no es necesariamente una mala noticia, ya que la solución es mucho más sencilla que revertir años de azote al planeta, a través de la explotación indiscriminada.

«El incremento de las temperaturas, olas de calor y sequías facilita en gran manera los incendios, pero se requieren también igniciones y vegetación continua. Y eso es una buena noticia. Reducir las igniciones y generar discontinuidades en la vegetación es más sencillo que reducir el cambio climático de golpe» detalla.

Al final la quema y el cambio climático terminan siendo un ciclo del mal en el que la causa y la consecuencia se desdibujan.

«Los incendios forestales son una fuente importante de emisión de carbono que contribuye al calentamiento global. La pérdida de bosques reduce la capacidad de captura del carbono e incrementa la absorción de calor terrestre, incrementando el problema del cambio climático» publicó una web oficial del gobierno de México, que busca prevenir estos hechos.

En lo que sí coinciden los expertos es en que los incendios son inevitables, y es por eso que los estados potencialmente vulnerables deben prepararse para enfrentarlos, una labor que no siempre es priorizada en los presupuestos de gobierno.

Lo cierto es que aunque las soluciones parecen más que claras y las cenizas ponen en los medios nuevamente el tema, cada vez los incendios se hacen más feroces e incontrolables, frente a la impotencia de personas como los miembros de la familia Tomkinson en Hawái, que vieron desde el mar como se calcinaba su patrimonio, o en el dolor anónimo que dejan víctimas silentes como el grupo de migrantes en Grecia.

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