El papa Francisco llegó este viernes a Mongolia, desde donde expresó un mensaje de «unidad y paz» para la vecina China, en un contexto de esfuerzos por mejorar los vínculos con Pekín.
El Papa argentino, de 86 años de edad, permanecerá en un país de Asia Central hasta el próximo lunes. De mayoría budista, la nación recibe la visita del pontífice como un gesto de apoyo a su pequeña comunidad católica local. Al mismo tiempo, este viaje tiene una importancia estratégica en el contexto de mejorar las relaciones del Vaticano con las potencias vecinas: Mongolia, China y Rusia.
El avión papal aterrizó poco antes de las 10:00 am en la capital del país, Ulán Bator. Allí, el pontífice fue recibido por un grupo de guardias de honor mongoles, luciendo trajes tradicionales de colores azul, rojo y amarillo.
Durante el vuelo hacia Mongolia, envió un telegrama con «plegarias» y «buenos deseos» al presidente chino, Xi Jinping, siguiendo la tradición de expresar gratitud a los países que sobrevuela el avión. En el telegrama, afirmó: «Asegurándole mis oraciones por el bienestar de la nación, invoco sobre usted todas las bendiciones divinas de unidad y paz».
Cuando se le preguntó durante el vuelo si su labor diplomática era difícil, el Papa respondió con un toque de humor: «Sí, no saben hasta qué punto es difícil». Añadió que a veces es necesario tener sentido del humor en situaciones diplomáticas complicadas.
Es importante destacar que China y el Vaticano no mantienen relaciones diplomáticas formales. Sin embargo, Pekín respondió al mensaje del Papa afirmando su deseo de «reforzar la confianza mutua» con el Vaticano y promover «un proceso de mejora de las relaciones bilaterales», según Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino.
Tras aterrizar en Mongolia, un país con una comunidad católica de alrededor de 1.400 fieles en una población de más de tres millones de personas, el Papa se dirigió a la residencia del obispo italiano Giorgio Marengo, quien es el cardenal más joven del mundo y ejerce como representante de la prefectura apostólica de Ulán Bator. A su llegada, fue recibido con aclamaciones por cientos de personas que gritaron: «¡Larga vida al Papa!».
Este es el segundo viaje del Papa Francisco a Asia Central en un año, después de su visita a Kazajistán en septiembre de 2022, lo que subraya la importancia geopolítica de esta región.
Es un claro esfuerzo por parte de la Santa Sede para involucrarse en Asia Central y no dejarla exclusivamente en manos de Rusia o China, según Michel Chambon, especialista en las comunidades católicas en Asia.
El viaje, que implica nueve horas de vuelo, es también un desafío físico para el Papa Francisco, quien enfrenta varios problemas de salud, incluyendo una hernia abdominal y dolores agudos en una rodilla.
En los próximos días, el líder religioso tiene programadas una serie de actividades que incluyen encuentros con el presidente y el primer ministro de Mongolia, así como reuniones con la comunidad católica local, que cuenta con solo 25 sacerdotes (dos de ellos mongoles) y 33 monjas. También pronunciará un discurso en un encuentro interreligioso y celebrará una misa en un estadio de hockey sobre hielo, en la que participarán peregrinos de países vecinos.
Mongolia, que en el pasado fue parte del imperio de Gengis Kan, depende de Rusia para la importación de energía y de China para la exportación de materias primas. Aunque mantiene una posición neutral, busca un equilibrio en la escena internacional, lo que podría ser beneficioso para el Vaticano en sus relaciones con Pekín y Moscú.
La Santa Sede renovó el año pasado un acuerdo con China relacionado con el nombramiento de obispos en el país y está tratando de promover un acuerdo de paz para la guerra en Ucrania.
Además, el Papa Francisco puede aprovechar este viaje a Mongolia, un antiguo satélite de la órbita Unión Soviética que se convirtió en una democracia en 1992, para promover su defensa del medio ambiente.
Con información de AFP
