Un hongo originario de Reino Unido, y responsable del 90% de las intoxicaciones mortales asociadas con hongos, se extiende por todo el mundo.
El llamado «hongo de la muerte» es originario de Europa, pero se ha extendido a otras partes del mundo, incluyendo Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.
«Amanita phalloides» es el nombre científico del hongo, que es difícil distinguirlo de su par comestible, y puede causar severos daños hepáticos y renales.
Esto sucede porque el sombrero del hongo contiene un conjunto de toxinas que impiden a las células crear proteínas, lo que termina provocando la muerte celular y el fallo de algunos órganos si se consumen, así lo informó National Geographic.
Los síntomas suelen aparecer entre 6 y 12 horas después de la ingesta. En un primer momento, los síntomas pueden ser leves e incluir náuseas, vómitos y diarrea. Sin embargo, a medida que las toxinas del hongo se propagan por el cuerpo, pueden causar daño hepático y renal, insuficiencia multiorgánica y, finalmente, la muerte.
“Es posible que sean estas toxinas las que han permitido que la población del ‘hongo de la muerte’ se extienda por todo el mundo, sirviendo de defensa contra los nuevos depredadores que encuentra en su entorno” dijo Milton Drott, especialista del Departamento de Agricultura de EEUU.
Los científicos aún no coinciden en cómo entró a EEUU, sin embargo, algunas versiones señalan que el hongo se introdujo en el suelo de un alcornoque transportado de Europa a California en 1930. Otra hipótesis dice que pudo haber sido transportada junto con alguna planta para decorar los campus universitarios.
Estos hongos se han encontrado en los parques nacionales del país, incluído el Santuario Marino Nacional de Point Reyes en California.
Sin embargo, constantemente aparecen nuevas especies invasoras en los parques debido al frecuente movimiento de las personas, que trasladan la peligrosa planta sin saber lo mortífera que puede llegar a ser, detalló Ben Becker, asesor científico del Servicio de Parques Nacionales.
Lo peligroso, según los expertos, es que el hongo no huele de ninguna manera y no delata su peligro. Además, las toxinas que contiene son estables al calor y no se destruyen con la cocción, a diferencia de otros hongos que son peligrosos si se consumen crudos.