La tierna imagen de los abuelos cuidando a los nietos en un parque pudiera esconder el llamado Síndrome del abuelo esclavo, un término utilizado para explicar la obligación moral que sienten muchos de ellos por tener que cuidar a sus nietos.
La española Cayetana Blanco estaba clara de que no quería asumir esa responsabilidad, y le notificó a sus cuatro hijos que empezaron a tener parejas estables para evitar inconvenientes en el futuro, explicó a BBC Mundo.
La abuela de 71 años señaló que una cosa es ayudar a sus hijos cuando surge un problema puntual y otro es hacerse cargo de los nietos a todas horas.
«Si un día no pueden y me necesitan para recoger al niño del colegio, esas cosas sí. Pero recoger al niño por las mañanas y tenerlo todo el día hasta que vuelven de trabajar los padres eso sí que no, porque yo tengo mi vida y desde que me jubilé tengo tiempo para hacer otras cosas», afirmó.
Blanco aseguró que es importante erradicar aquella creencia de que se pueden tener hijos, y que los abuelos los deben criar. «Yo tuve cuatro hijos y trabajaba, y a mi no me los cuidaron» enfatiza.
El primer hijo de Cayetana llegó a sus 23 años y el último a los 41, por eso afirma que ya ha estado bastante complicada como para asumir la crianza de alguno de los seis nietos que tiene.
Aunque reconoce que tienen una relación abuela-nietos, en la que disfrutan juntos. «Para eso son los abuelos» apuntó.
Sin embargo, no todas tienen las abuelas tienen las mismas creencias que Cayetana, y es por ello que muchos abuelos caen en la ajetreada rutina de los colegios, las actividades extraescolares, comidas, vacaciones, cumpleaños, entre otras.
Algunos de ellos acuden a la consulta del psicólogo sanitario Ángel Rull y confiesan su incomodidad con la situación. «Se sienten culpables por el hecho de no querer cuidar tanto a los nietos» apuntó.
«Vienen como si hubiera algo malo en ellos por no querer cuidar a sus nietos, por poner límites, por tener necesidad de tener un poco más de espacio, de poder viajar», agregó Rull.
Muchos abuelos rechazan estar a todas horas con sus nietos, pero al consultarle si estarían dispuestos a contarlo públicamente, la mayoría se niega. Sigue teniendo un gran peso el miedo al qué dirán.
«Les cuesta muchísimo de cara al exterior, de cara a la imagen que puedan dar, decir: ‘Bueno, yo no me ocupo de mis nietos’, porque parece que decir eso es como decir que no quieres contribuir a la familia», señaló José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
Los expertos coinciden en que la clave está en encontrar un punto medio en el que los abuelos puedan disfrutar de su autonomía, y también puedan apoyar a sus hijos, aunque a veces esa balanza se desequilibre.
Según la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación realizada en Europa uno de cada cuatro abuelos cuida a sus nietos y lo hace una media de siete horas al día, un porcentaje que se eleva en las vacaciones.
Una de las razones es la dificultad para conciliar la vida laboral y familiar, por la escasez de guarderías públicas y horarios extensos, además la falta de recursos económicos con muchas familias y el aumento de la esperanza de vida, ha convertido a los abuelos en piezas claves para el cuidado de los hijos.
«El síndrome del abuelo esclavo es esa obligación moral, esa presión que sienten los abuelos por cuidar a sus nietos, que puede venir de forma directa impuesta por sus hijos o porque vean que realmente sus hijos necesitan ayuda, porque están en una situación de precariedad laboral o en una situación de necesidad de conciliación que con los trabajos que tienen es imposible», explicó Navarro.
Sin embargo, ahora hay más conciencia sobre el problema ya que en las décadas pasadas ni se planteaba la idea de que esta situación pudiera generarle sufrimiento a los abuelos.
Uno de los síntomas de esta condición es el insomnio y el cansancio, que pueden derivar en efectos secundarios como equivocaciones en la conducción o fallos en al memoria.
En el caso de alguna cardiopatía isquémica, las personas tendrían mayor propensión a poder sufrir un ataque cardíaco.
«Su salud física se ve siempre deteriorada porque al final una persona a partir de cierta edad, lo que sufre es más cansancio, más dolores o enfermedades, que se agravan y luego a nivel psicológico, la frustración aparece con mucha frecuencia» enfatizó la psicólogo Rull.
Para enfrentar este nuevo flagelo, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recomienda cuidar la comunicación con los hijos para informarles de cualquier problema que pueda surgir, pero lo más importante es aprender a decir «no» a los hijos.
«Es importante que señale sus límites desde el primer momento y que los deje claro desde el principio. Que diga, ‘podré estar con los nietos un día a la semana que será el martes’, por ejemplo, o ‘todos los días de 10 a 12, pero luego no’», explicó el presidente de la SEGG.