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Niña afgana vivió como niño 10 años para poder tener derechos «y ser libre»

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Nilofar ahora trabaja en una ONG por los derechos humanos de las mujeres afganas. Ha visitado Bruselas, Alemania y EEUU. (Foto: X)

Nilofar Ayoubi cuenta hoy con 27 años y su primera década vivió en Afganistán como un niño, a pesar de ser niña. Su padre tomó tal decisión para protegerla durante la primera era del gobierno del Talibán (1996 a 2001): «incluso un niño de dos años recibe más respeto que la madre que lo dio a luz», describió.

De esta forma vivió la vida de un niño, huyendo del represivo control que ejerce la sharía, la ley islámica, sobre las mujeres. A partir de los cuatro años un varón puede ser chaperón legal de la mujer que le trajo al mundo. «Si eres mujer, eres invisible”, resumió.

Hoy, desde el exilio, recordó en entrevista para BBC lo que fue crecer en una de las zonas más conservadoras del mundo, una en la que el género con el que se nace define los límites de los derechos a los que se puede acceder.

«Nilofar nació en 1996, pero sus documentos de identidad aseguran que nació en 1993. Su padre hizo el cambio para que su hija pudiera empezar sus estudios lo más pronto posible luego de que la intervención estadounidense en 2001 hubiera derrocado al gobierno Talibán», dice el artículo publicado por la BBC.

Bajo reglas tan estrictas, Nilofar explica que era común que las familias vistieran a sus hijas como hombres, especialmente si la familia no tenía un proveedor principal: bajo la sharía, cualquier hombre puede acercarse a una mujer que no tenga proveedor y obligarla a convertirse en su quinta o sexta esposa.

“En mi caso era diferente, No era por falta de un proveedor principal, sino que era para poder vivir la vida libremente”, detalló Nilofar quien recuerda que el proveedor de su casa, su padre, “odiaba la política”.

Quizá la que mejor podía comprender lo que estaba viviendo era su vecina, una niña de la misma edad que también se vestía de niño y con la que cometía muchas travesuras.

La vida de Nilofar incluía el karate, las bicicletas y el judo, mientras que sus hermanas vivían la típica vida de una mujer en Kunduz, quedándose en la casa, manteniéndose ocupadas en silencio y fuera de la vista de los hombres.

Afganistán atravesaba un nuevo período de inestabilidad política, a raíz de la intervención estadounidense en el país después del 11 de septiembre de 2001.

Se había instalado un nuevo gobierno que luchaba por mantener el control, pero algunos derechos, como la educación, empezaron a llegar a las mujeres. Nilofar pudo ir a la escuela, aunque mantuvo algo de ese espíritu rebelde de su niñez. Luego el desempeño académico de Nilofar fue estelar y eso le abrió las puertas a poder ir a estudiar al exterior, a India.

De regreso a Afganistán y con el apoyo de su esposo, Nilofar se convirtió en una empresaria, creando un imperio de moda, muebles y diseño de interiores enfocado en dar empleos a mujeres que no tuvieran el apoyo financiero de un hombre. En su momento cumbre, tuvo 300 empleados y varias tiendas en la ciudad.

Sin embargo, con el regreso del Talibán al poder tuvo que huir junto a su familia. Después de una travesía “infernal” de tres días la familia llegó a Polonia para empezar una nueva vida. Era un país del que poco o nada conocían.

Nilofar ahora trabaja en una ONG por los derechos humanos de las mujeres afganas. Ha visitado Bruselas, Alemania y EEUU, con e fin de crear conciencia sobre lo que se vive en su país.

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