Qué es la fructosa y qué hacer para que no suponga un riesgo

La fructosa es también llamada «azúcar de las frutas» y suele ser asociada a los diabéticos que la incorporan a su dieta porque no eleva los niveles de glucosa en sangre como el azúcar normal.

La mayoría de las frutas contienen ese tipo de azúcar natural, pero no son esas las principales fuente de fructosa en nuestra dieta sino el azúcar refinada es la que se lleva el primer puesto.

Sin embargo, los estudios realizados en los últimos años han demostrado que la fructosa es el verdadero villano detrás del consumo excesivo de azúcar, ya que esta molécula puede alterar gravemente el metabolismo y perjudicar la salud.

Uno de los investigadores citados, Robert H. Lustig, sostiene que los efectos de este tipo de azúcar en el organismo son como el alcohol pero sin el mareo. «La exposición crónica a la fructosa promueve por sí sola el síndrome metabólico», esto quiere decir la mezcla de hipertensión, obesidad, triglicéridos, colesterol (LDL) y azúcar elevada.

Según los datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición AESAN, el consumo medio de azúcar entre los españoles es de 94 gramos al día, muy por encima de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

Si te comes una manzana o una pera, cada unidad tiene unos seis gramos de fructosa, es decir 12 en total, por lo tanto la fruta no es el problema.

Aunque a veces se critica el uso creciente del jarabe de maíz alto en fructosa en los alimentos ultraprocesados, especialmente en EEUU, esta forma de azúcar es solo 55% y 65% fructosa, no mucho más que el azúcar.

Por otro lado, la glucosa es la principal fuente de energía para las células del organismo, porque cualquier célula del cuerpo puede usar glucosa como fuente de energía, incluso las neuronas del cerebro y el resto del sistema nervioso.

Es por eso la importancia de que todas las células reciban su ración y para eso está la famosa «insulina», que se encarga de regular los niveles de glucosa en la sangre.

Pero hay que aclarar que con la fructosa es diferente a la glucosa, ya que las células no la pueden usar directamente. A diferencia de la glucosa, el metabolismo de la fructosa no está regulada por la insulina.

Cuando consumimos fructosa esta pasa directamente del intestino al torrente sanguíneo, y luego termina en el hígado que la tiene que transformar en otros compuestos para poder utilizarla.

Sin embargo, cuando comemos una dieta rica en carbohidratos y no hacemos ejercicio, las reservas del hígado casi nunca están vacías, y si los depósitos están llenos, el hígado metaboliza la glucosa de otra forma y la transforma en grasas.

En casos extremos, la fructosa puede aumentar los niveles de ácido úrico, puede provocar la enfermedad hepática no alcohólica, que está a un paso de convertirse en un síndrome metabólico.

Lo natural siempre será lo más sano, hay que consumir frutas y jugos naturales, disminuir el consumo de bebidas azucaradas, dulces, pasteles, galletas.

Aunque es importante controlar el consumo de fructosa, sobre todo en personas que padecen factores de riesgo cardiovascular, como la diabetes y los triglicéridos altos.

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