Con la vorágine de la inmediatez, hasta las notas de voz han sido sometidas a modificaciones para poder escucharlas en menor tiempo a una velocidad trepidante.
YouTube fue una de las primeras aplicaciones que introdujo la idea del botón de control de velocidad, implementado posteriormente en servicios como Audible, Netflix y WhatsApp.
Sin embargo, esta práctica que se ha vuelto rutinaria, ahora plantea varias interrogantes sobre sus posibles consecuencias en nuestra salud mental.
El neurocientífico Diego Redolar de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) sugiere que hasta ahora no hay evidencia de problemas derivados de esta práctica aunque esto puede hacer que nos centremos únicamente en lo esencial, descuidando los detalles, que a largo plazo, podrían afectar nuestra capacidad de observación y atención en los detalles.
Según Redolar, este hábito puede derivar en una comprensión sesgada y dificulta la interpretacion del mensaje completo debido a la falta de atención a los detalles cruciales.
Otro estudio de la Universidad de Los Ángeles, reveló que aunque a los adultos les cuesta captar toda la información en videos acelerados, los jóvenes, acostumbrados a esta opción, pueden manejar mejor la velocidad y mantener la atención.
No obstante, preocupa el riesgo de que el cerebro, en términos llanos, «se aburra» cuando no reciba los estímulos a alta velocidad, específicamente considerando que estos contenidos se consumen en teléfonos.
Para ello la psicopedagoga y profesora de la Universidad Oberta de Catalunya, aconseja un uso consciente y responsable para evitar abusos y garantizar la comprensión y el disfrute adecuado de los contenidos porque sii bien es poco probable que esta práctica pudiera causar daños estructurales en el cerebro, podría influir en la forma en que procesamos la información.
Por otra parte, hay estudios que señalan que podría existir una relación entre el déficit de atención o hiperactividad y el hábito de escuchar las cosas a una velocidad aumentada.
«Es cierto que hay algunas pautas que si bien no son desencadenantes, sí pueden ser un factor de riesgo para agravar la sintomatología» apuntó Redolar.
