Un estudio con más de 10.000 participantes realizado por la Universidad del Sur de California reveló que hacer ejercicio durante 25 minutos a la semana -o al menos cuatro minutos al día- podría ayudar a fortalecer nuestro cerebro y mejorar nuestra capacidad de pensar a medida que envejecemos.
“Este es un hallazgo emocionante y nos da más combustible para la idea de que estar físicamente activo puede ayudar a mantener el volumen cerebral a lo largo de la vida”, dijo David Raichlen, profesor de ciencias biológicas y antropología de la Universidad del Sur de California, quien estudia la salud del cerebro.
El estudio, que implicó escanear los cerebros de más de 10.000 hombres y mujeres sanos de entre 18 y 97 años, encontró que aquellos que caminaban, nadaban, andaban en bicicleta o hacían ejercicio moderado durante 25 minutos a la semana tenían cerebros más grandes que aquellos que no lo hacían, cualesquiera sean sus edades.
Explicó Raichlen que los resultados fueron más pronunciadas en partes del cerebro involucradas con el pensamiento y la memoria, «que a menudo se reducen a medida que envejecemos, lo que contribuye a los riesgos de deterioro cognitivo y demencia».
Recordó que la edad promedio de aparición de los síntomas de la atrofia cortical posterior es 59 años, varios años más joven que la del Alzheimer típico. Los síntomas frecuentes incluyen problemas para calcular distancias, distinguir entre objetos en movimiento y estáticos y realizar tareas como escribir.
“Nos preguntamos, si elegimos un umbral de ejercicio muy bajo, ¿qué veríamos?” dijo Cyrus A. Raji, profesor asociado de radiología y neurología de la Universidad de Washington en St. Louis, quien también participó del estudio.
En efecto, el ejercicio parece ayudar a construir y acumular una “reserva cerebral estructural”, dijo, un amortiguador de células y materia adicionales que podría protegernos de alguna manera de la inevitable disminución en el tamaño y la función del cerebro que ocurre a medida que envejecemos. Es posible que nuestros cerebros todavía se encojan y farfullen con el paso de los años. Pero, si hacemos ejercicio, esta lenta caída comienza desde una base más alta.
