Estar feliz y pasar a la tristeza no es ser bipolar, tampoco querer a alguien hoy y no quererlo mañana, el padecimiento va más allá y hoy que se celebra el Día Mundial del Trastorno, es un buen momento para explicarlo.
Los expertos aseguran que los cambios de estado de ánimo repentino son emociones que van unidas a conductas funcionales y sufrir un trastorno bipolar implica tener «episodios maníacos, hipomaníacos o depresivos, a estados que no son funcionales ni sanos porque el sufrimiento de la persona es muy elevado y las conductas de quienes lo experimentan son disfuncionales».
Las personas con trastorno bipolar sufren por la realidad y por las cosas que incluso no los afectan, sufren de ideas de omnipotencia e invulnerabilidad, y están casi siempre irriitables.
También manifiestan episodios anormales de optimismo, nerviosismo o tensión, aumento de actividad, energía o agitación, sensación exagerada de bienestar y confianza en sí mismo (euforia), locuacidad inusual, frenesí de ideas, distracción y toma de malas decisiones, como hacer compras compulsivas, tener prácticas sexuales riesgosas
o hacer inversiones absurdas
Según, Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de Psicología y Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), una persona afectada por este trastorno puede llegar a tener «problemas en su desarrollo cotidiano del día a día».
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), refieren que alrededor de 40 millones de personas sufren en todo el mundo este trastorno.
A pesar de que la ciencia ha avanzado, algunos lo califican aún como un cambio de conducta inesperado, obviando que se trata de una enfermedad mental y que para quienes la padecen causa un sufrimiento y discapacidad.
Es importante destacar que, aunque usted sienta algunos de estos síntomas debe acudir a un especialista que lo pueda orientar.
El tratamiento, es clave, y para ello no hacen falta únicamente fármacos sino ayuda profesional, antisicóticos o antidepresivos para estabilizar el estado de ánimo, pero junto a ello lo más efectivo es una buena psicoterapia y también la educación, tanto de los propios pacientes como de sus familiares.