Los alimentos ultraprocesados alteran el paladar, sabotean señales de saciedad y sobrecargan el circuito de recompensa, asegura la tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, Beatriz Robles, en un artículo publicado en el diario El País, en el que insiste en que las personas pueden tomar medidas para contrarrestar estos efectos negativos.
«Inclinarse de forma natural hacia los sabores dulces es un mecanismo evolutivo que juega a favor de la supervivencia. Eso es muy útil en un contexto en el que los productos perpetrados -me niego a llamarlos alimentos- dulces, muy dulces y extradulces no estaban rodeándonos, esperando cualquier ocasión para seducirnos con su promesa de recompensa inmediata a un precio -al menos monetario- irrisorio.» ilustra la columnista en su trabajo «Jaque al gusto: cómo alteran nuestro paladar los ultraprocesados».
Pero la industria alimentaria ha perfeccionado la combinación de sal, azúcar y grasa para alcanzar el «bliss point», donde el producto es irresistible pero no abrumador. Ahora, el desafío no es dejar de comer por sentirse lleno, sino detenerse antes de excederse, enfatiza Robles.
Este enfoque también ha alterado la relación entre sabor y densidad nutricional. Los productos ultraprocesados, con sus múltiples sabores compitiendo, hacen que el sabor no sea un indicador confiable de calidad nutricional. Además, el consumo constante de sabores intensos puede cambiar nuestras preferencias y sensibilidad hacia otros sabores, insiste la profesional en el escrito de El País.
Para la tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, es crucial empoderarse frente a esta manipulación alimentaria, a través del conocimiento.
Especifica que lo primero que se debe aprender es a distinguir entre productos ultraprocesados y procesados saludables. «Si vemos presencia de estabilizantes, colorantes, conservantes, emulsionantes, edulcorantes o similares, estamos indudablemente ante un ultraprocesado» escribió Noelia Hontoria en el diario El Confidencial.
Además detalla que la lista de ingredientes es muy importante, señalando que saltan las alarmas cuando tiene un número grande de ellos, y que las dudas se despejan si contiene harinas refinadas, aceites vegetales o azúcares refinadas.
Luego, continúa Robles, es necesario cambiar la percepción de que los alimentos saludables son aburridos, e investigando y experimentando para crear platos deliciosos con ingredientes naturales.
Existen múltiples opciones para esto, como lo son las crepes integrales, licuado frozen, pizza de zanahoria, tartines de brócoli y choclo, budines de frutas, tartas, pasta de espinacas, entre muchos otros.
Por último, insiste la nutricionista, es importante tomar pequeños pasos para reducir gradualmente el consumo de ultraprocesados en la dieta, sin sentir la presión de eliminarlos por completo.
La clave es encontrar estrategias que se adapten a nuestras necesidades y permitan recuperar el placer de los sabores auténticos sin depender del dopaje de la industria alimentaria, concluye.
Con información de El País y El Confidencial.