Antonio Banderas está convencido de que es actor “por el teatro” y no por el cine, que “fue un accidente de 125 películas”. El actor español considera el espectáculo teatral como “un acto de civilización increíble” con “el poder de lo vivo” y “la posibilidad del fallo”.
Durante un coloquio este viernes con la actriz y directora teatral Alessandra García ante un patio de butacas repleto de jóvenes estudiantes en su Teatro del Soho, Banderas ha recordado que este espacio escénico “nació de un ataque al corazón” que fue “uno de los eventos más felices” de su vida.
“Es como si me hubiesen puesto unas gafas”, asegura el actor, porque la noche que sufrió ese ataque cardíaco en Londres empezó “a ver clara una especie de Ítaca, de volver a casa a hacer lo que quería hacer”.
En ese momento del infarto vio “claro” que se moría, le “faltaba el aire” y tenía “sudor frío”, pero “las cosas que venían a la cabeza eran tonterías, por ejemplo cómo iba a quedar el Málaga el domingo”, según el actor, seguidor del equipo de fútbol de su ciudad.
Teatro como algo puro
Ahora, en un momento en el que “nadie sabe qué va a pasar con la inteligencia artificial, que en los próximos cinco años va a transformar nuestras vidas”, cree que, “a medida que crezca la tecnología, la gente mirará más el teatro, que quedará como algo puro, un arte de 3.000 años con una persona contando la historia de otra persona”.
Devela que en los primeros años de carrera debió superar “prejuicios” y “saltar obstáculos ideológicos y a todos los niveles”, y en ello le “abrió mucho la mente” trabajar con Pedro Almodóvar tras criarse “en una familia con unas coordenadas específicas de comportamiento, católica aunque no completamente conservadora”.
Entonces interpretaba personajes homosexuales, algo que “en ese momento, en la historia del cine a nivel mundial, era muy complicado, por razones de moral” y también porque se planteaba si con esos papeles se le iba a “encasillar o juzgar”.
“Pensaba que mi madre me iba a matar cuando fuera al cine. Fue con una montaña de amigas a ver ‘Laberinto de pasiones’, que yo le había vendido como una comedia divertida, y cuando me vio morreándome con Imanol Arias…”
Gente diversa
“Todos empezamos a entender entonces que el mundo está lleno de gente diversa. Almodóvar fue un catalizador de aquellos problemas morales que el país tenía, e hizo mucho bien por que eso se normalizase”.
Advierte de que al ir al teatro “hay que escuchar y hay que tener una cierta paciencia”, algo que en estos momentos es difícil, cuando hay “un déficit de atención extraordinario por el crecimiento de las nuevas tecnologías”, que hacen “que el mundo sea muy veloz, y en esa velocidad hay una falta de profundidad”.
A Antonio Banderas le ocurrió con la ópera. “Me gustaba Puccini, que me daba una satisfacción inmediata. No entendía a los wagnerianos, que eran una gente muy rara. Me compré toda la ópera de Wagner y un día, oyendo un dueto de ‘Tristán e Isolda’, me pegó un viaje. Wagner nos da satisfacciones a tacitas rápidas, y los orgasmos no vienen rápido, hay que currárselos”.
Ha pasado “todo el verano sin vacaciones en Londres, donde hacía un fresquito de puta madre, mientras que en Málaga estaban sudando la gota gorda”, para rodar la película infantil “Paddington 3”, en la que hace seis personajes, por lo que han sido “muchas horas en la silla de maquillaje”, pero se ha “divertido como un enano”.
Rodaje con Nicole Kidman
El 20 de noviembre viajará a Nueva York para comenzar el 3 de diciembre el rodaje de una película junto a Nicole Kidman, que será su esposa en la pantalla.
“Me hace mucha ilusión, porque es un actriz a la que le tengo mucho respeto y una de las mejores actrices de su generación, y nunca hemos trabajado juntos. Trabajar con buenos actores te hace mejor”, resalta.
Antonio Banderas, que considera que en su carrera, “mayormente”, se ha “dejado llevar por la intuición”, cree que tiene “mucha capacidad de trabajo”.
“Me da mucho por culo el paso del tiempo, no me gusta. Alguna gente dice que no, pero yo sí quiero vivir 500 o 600 años, empezar a estudiar piano con 280 años, y hacerme arquitecto y otras cosas. No tengo tiempo para todas las actividades. Hay días que me levanto y me da vértigo, pero me resulta difícil parar”.
EFE