Miguel Alejandro Silveira se suicidó lanzándose a los rieles del metro de Caracas, Venezuela. Tenía 17 años de edad. Estaba convencido de que no valía la pena seguir viviendo, como demostró una nota que le dejó a su madre. La razón de su dolor era el constante acoso escolar que sufría por estar dentro del espectro autista, y tener discapacidad visual.
Historias como la de Miguel se repiten sin parar en el mundo. Se estima que el bullying y el ciberbullying “matan” cada año, al menos a 200.000 niños, como refiere un informe de Javier Miglino, director de la organización Bullying Sin Fronteras.
Esta alarmante cifra sirve de contexto para abordar el “Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, incluido el Ciberacoso”, que se celebra cada 3 de noviembre por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). El propósito es “sensibilizar a las personas a escala mundial acerca del problema (…), sus consecuencias y la necesidad de ponerles fin”.
El acoso escolar como tema recurrente
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al bullying como “toda intimidación o agresión física, psicológica o sexual contra una persona en edad escolar en forma reiterada de manera tal que causa daño, temor y/o tristeza en la víctima o en un grupo de víctimas”.
Es un tema recurrente que vive uno de cada tres jóvenes en el mundo, como refiere la Alianza Antibullying, un grupo formado por seis organizaciones dedicadas a prevenir la violencia. Es decir, si una persona tiene tres hijos, al menos uno de ellos sería víctima de asedio de compañeros de clase.
Expone el colectivo que esta situación escaló a raíz de la pandemia a lo largo del mundo, y una posterior vuelta a clases, en un momento en el que muchos niños y adolescentes, cargaban una serie de emociones complejas.
«La vuelta 100% a la escuela fue medio trunca (repentina), no se recibió bien a los chicos. En pandemia aumentó 142% la violencia intrafamiliar y la violencia es una conducta aprendida, entonces sabíamos que iba a incidir en la escuela, y también la angustia, la ansiedad con la que llegaron los chicos incide mucho, y eso fue surgiendo en el primer semestre», dijo Alejandro Castro Santander, uno de los fundadores de la Alianza.
Adicionalmente, expertos refieren que durante muchos años, e incluso ahora en algunos espacios, el bullying ha sido normalizado, como parte de un ritual, en el que los compañeros se ríen entre ellos… Nada más lejos de la realidad.
Tipos de violencia
Especialistas como los representantes de la organización venezolana Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), refieren que el acoso escolar se viste de diferentes maneras, por lo que es importante conocerlas para poder identificarlas.
Entre ellas está la violencia física, que incluye golpes, patadas, empujones o cualquier tipo de ataque que requiera contacto; la verbal en la que entran insultos, gritos, etc.
Además resaltan la violencia simbólica, que “consiste básicamente en emisiones lingüísticas y/o acciones que denotan etiquetamiento negativo, estigmatizaciones y descalificaciones”.
Por su parte la ridiculización a través de apodos y el despojo de las pertenencias, se encuentra dentro de la socioemocional, y finalmente la violencia psicosocial, compuesta por la exclusión arbitraria del acosado, a través de métodos como la ley del hielo, o pacto del silencio.
Prevención y corrección
No es necesario que se concrete el acoso escolar para comenzar a trabajar en su contra. Existen muchas herramientas que pueden prevenirlo, que se pueden aplicar en casa y en las escuelas.
Sitios web como stopbullying.gov señalan que lo primero que se debe hacer es hablar abiertamente de la violencia en sus diferentes “presentaciones”, para que los niños desde temprana edad aprendan a identificarla.
Este canal de comunicación debe ser regular. En internet la información, fundaciones, guías y demás material es prácticamente inagotable, y los padres podrían apoyarse tanto en eso como en un psicólogo de confianza.
Además resalta la importancia de reforzar la autoestima de los más pequeños a través del amor.
Hay que decirles a los niños que son amados, que su opinión es valorada, que el castigo físico es inaceptable, y sobre todo educar con el ejemplo, evitar hacer burlas hacía otras personas, escuchar con atención, modelar el respeto a las diferencias a través de la empatía, y educar las voluntades, para que sepan manejar las frustraciones.
Igualmente resaltan los especialistas que muchas veces los niños no manifiestan que están siendo acosados, por miedo o vergüenza, es por eso que los padres y docentes deben aprender a leer las señales.
El niño víctima podría aislarse, dormir más de lo acostumbrado, llorar repentinamente, guardar silencio cuando normalmente no lo hace, negarse a ir a la escuela o a un determinado sitio, además de otros cambios en la conducta.
Si el caso de acoso es un hecho, desde las escuelas es necesario motivar la intervención de los padres, tanto del acosador como del acosado, además de especialistas conductuales que puedan guíar el proceso.
Pero lo más importante y en lo que coinciden todos los especialistas, es entender que se debe intervenir en el entorno de la víctima, pero también en el del llamado “bravucón”, quien seguramente presenta un desequilibrio en su entorno, inseguridad o vive en un ambiente donde la violencia está normalizada.
Desde el hogar las instrucciones son simples: promover el respeto en todos los ambientes y cultivar la empatía para que otros jóvenes como Miguel Alejandro Silveira, no sigan siendo víctimas del bullying, un asesino silencioso.