Hace apenas una semana, autoridades de la capital de India, Nueva Delhi, tuvieron que cerrar las escuelas repentinamente. La contaminación en el aire era 25 veces mayor que lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El índice de la calidad del aire (AQI) era de 466, 45 puntos más y hubiesen tenido que inventar otra escala, porque llega hasta 500, ni un número más.
Los niños no iban al colegio, y también se pararon las construcciones, los vehículos diesel no esenciales, y los camiones tampoco podían circular por el daño que implicaba para los habitantes de esta ciudad superpoblada.
Se trata de un ejemplo extremo, pero estudios recientes señalan que no es necesario “romper” las escalas de medida para que el aire sea nocivo en los más pequeños, y polución muchísimo más baja que la que vivió India, es más que suficiente para afectar a los niños, incluso a los que aún no han nacido.
Neurodesarrollo en juego
Un informe del Hospital Sant Joan de Déu y el Instituto de Salud Global de Barcelona, alerta que la contaminación atmosférica puede influir en los embarazos, y motivar nacimientos prematuros, bajo peso, dolencias dermatológicas, alteraciones respiratorias a largo plazo, e incluso problemas en el desarrollo neurológico.
Un estudio publicado recientemente en la revista Developmental Medicine and Child Neurology, citado por el diario El País, señala también que el contacto con partículas contaminantes, durante la gravidez, podría generar un retraso motor en los bebés.
Pero las evidencias continúan, y además del trabajo realizado en Taiwán con el análisis de datos de 18.000 bebés que fue publicado en la revista especializada, existen muchos otros que deberían poner en alerta máxima a la comunidad médica y científica, como señalan expertos.
Una investigación del Instituto Stanford Woods para el Medio Ambiente, publicada por la revista Nature Scientific Reports, determinó que el daño en la contaminación del aire es tan dañino en los niños, que los genes se podrían alterar para dar paso a enfermedades cardíacas durante la adultez.
“Los niños expuestos a la contaminación del aire como: el humo de incendios forestales, o los gases de escape de los automóviles (por períodos breves, incluso tan solo por un día), por ejemplo, pueden estar condenados a estas dolencias” resalta el portal Meteored, en referencia a la investigación del referido instituto.
Todos estos efectos se pueden ver en diferentes ciudades, ya que la mayoría no cumple con los parámetros de pureza en el aire que recomienda la OMS, como expone el informe Faros, realizado por el Hospital Sant Joan de Déu, para medir el impacto del ambiente en la salud de las personas.
Jessica Mouzo, reportera de salud del diario El País, expone que según el reporte “el 93% de los niños respiran aire que no cumple los criterios de calidad fijados por la OMS, lo que supone 600.000 muertes infantiles prematuras todos los años”.
En Estados Unidos la situación es igualmente alarmante, y aunque todos respiran el mismo aire, sigue habiendo grupos especialmente vulnerables a la contaminación, como es el caso de los latinos.
“Los niños hispanos soportan una carga desigual de problemas de salud, especialmente en California, donde están expuestos a niveles más altos de contaminación relacionada con el tráfico, que los niños no hispanos. Entre los adultos hispanos la prevalencia de hipertensión no controlada es mayor, en comparación con otras razas y etnias en los EE. UU.” señaló María Fernández para el medio Meteored.
Y los males siguen y siguen: desarrollo de asma y bronquitis, más sensibilidad a los cambios de clima, deficiencias pulmonares a largo plazo, dermatitis atópica en niños y adolescentes, rinitis alérgica, deficiencias cognitivas, y un largo etcétera.
E incluso, estudios como el del Instituto Stanford Woods para el Medio Ambiente, resaltan en que no será suficiente alejarse de las zonas contaminadas, ya que el daño puede ser transmitido a las futuras generaciones, a través de la carga genética.
“La exposición al monóxido de carbono, ozono, y a partículas finas conocidas como PM2.5 (material particulado 2.5, son partículas muy pequeñas suspendidas en el aire, que tienen un diámetro menor a 2.5 micras), a lo largo del tiempo está relacionada con una mayor metilación (una alteración de las moléculas de ADN, que pueden cambiar su actividad sin cambiar su secuencia). Este cambio en la expresión genética puede transmitirse a las generaciones futuras” enfatiza la revista Nature Scientific Reports.
Pero no todo está perdido, insisten los expertos, quienes aseguran que hay pequeñas acciones que se pueden hacer para reducir el impacto de la contaminación del aire, y mejorar la salud.
En primer lugar insisten en alejarse de las zonas más contaminadas, que suelen ser centros industriales en grandes ciudades, pero si esto no es posible, es fundamental mantener un cuerpo y mente sana, a través de una alimentación balanceada y ejercicios regulares, que dotan al cuerpo de una armadura frente a un entorno hostil.
Igualmente se puede regularizar el uso de tapabocas certificados, como la mascarilla respiratoria N95, que impide el paso al organismo de pequeñas partículas contaminantes, y que resulta particularmente útil si se vive en zonas con un alto grado de contaminación.
Sin embargo los expertos insisten en que lo mejor sería motivar a una consciencia real dentro del colectivo, y trabajar seriamente con metas más severas en la reducción de emisiones de carbono.
Igualmente resaltan la necesidad de consultar a especialistas, si se presentan algunos síntomas respiratorios o en la piel, que podrían ser causados por la contaminación del aire.