El movimiento Me Too llegó a los mundos del yoga y la espiritualidad.
Múltiples denuncias de mujeres contra instructores se hicieron virales en las redes sociales, provenientes de México, Uruguay, Brasil, Argentina y Chile bajo las etiquetas #NoEsYogaEsAbuso, #YoDefiendoLaVerdad y #IStandForTruth.
Como en toda relación de abuso, están presentes factores entre los cuales se mencionan la confianza, la cercanía, el contacto corporal y la relación desigual de poder entre el instructor y el alumno. A muchas de las víctimas les da temor, dudas o vergüenza denunciar a los victimarios ante las autoridades policiales porque sus identidades estarían siendo expuestas públicamente y hasta les genera un sentimiento de culpabilidad.
El MeToo ha empoderado a las afectadas, quienes suman sus voces colectivamente en contra de estos desmanes. Las denuncias empezaron a tomar fuerza desde el pasado mes de abril cuando varias mujeres empezaron a publicar en sus perfiles que habían pasado por tocamientos, ofrecimiento de masajes indebidos, comentarios subidos de tono, acoso y manipulación. Algunas, incluso, contaron sobre abusos sexuales y violaciones cometidas por instructores pertenecientes a reconocidas escuelas, federaciones y hasta grandes organizaciones multinacionales.
Antecedentes
Pese a que el MeToo en el mundo del yoga comenzó a tomar fuerza este año, hay antecedentes desde 2013, como el caso de Bikram Choudhury, creador del Bikram Yoga, una serie fija de 26 posturas en un entorno de 40 grados de temperatura.
Contra este entrenador de nacionalidad india y estadounidense pesan denuncias de abuso sexual, racismo y homofobia a las cuales no ha respondido ante la justicia norteamericana. Una de las demandas describe el círculo íntimo de la disciplina Bikram como un culto donde ayudaban a sus integrantes a buscar mujeres jóvenes para cometer delitos sexuales.
Bikram Choudhury huyó a su país natal en 2016 y abrió varios estudios de yoga. Su historia fue plasmada por la cineasta Eva Orner en el documental “Bikram: yogui, gurú, depredador”, de 2019, transmitido por Netflix.
En nuestro continente, concretamente en Argentina, José Maureira Torres, instructor y presidente de la escuela Yoga Kai, debe responder ante la justicia de ese país por denuncias de amenazas y abuso sexual formuladas en 2017 y 2018 por Carolina Villa y Macarena Pineta. El juicio, previsto para haber comenzado el pasado mes de marzo de este año 2022, aún no tiene fecha de inicio.
Pineta, de 29 años, relató que en las clases de yoga, Torres le ofreció participar en talleres sobre alineación de chacras para trabajar su condición médica de epilepsia. "Me dijo que yo no tenía convulsiones, sino que tenía la energía muy sensible. Él cada vez quiso acercarse más, saber más de mi epilepsia. Me quería convencer de que lo que hacía me iba a curar. En un punto quise creerle que con el yoga y esa meditación iba a dejar de tener convulsiones", aseveró Pineta.
La proximidad entre ambos y la relación de poder y autoridad instructor-alumno, llevaron a que la chica accediera a los deseos sexuales de Torres. Le costó denunciar a su agresor. "Sentía mucha vergüenza porque había confiado en esta persona", indicó. Al abrirse y contar su caso, sus amigas la apoyaron y la animaron a formular la denuncia ante las autoridades judiciales.
Pineta llevó tres carteles a la marcha con motivo del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2018, en Buenos Aires, en los que denunciaba los horrores vividos con Torres. Varias mujeres se le acercaron para contarle que habían vivido situaciones similares.
En cuanto a Carolina Villa, señaló que Maureira Torres le realizó “prácticas abusivas con el pretexto de un masaje”. Ella lo increpó pero recibió como respuesta: “¿Qué? ¿Tuviste miedo?”
Villa señaló que “las escenas de abuso son terroríficas y es lo peor que puede pasar”. Al respecto, manifestó que vivió un incómodo momento, “algo que no era correcto y que no debía suceder”, razón por la cual procedió a denunciar a su instructor de yoga.
Los casos de Carolina Villa y Macarena Pineta son sólo dos que han salido a la luz pública y se levantan como voces valientes que decidieron dar un paso para denunciar a su agresor.
Daño físico, mental y psicológico
Estas situaciones de abuso generan un daño físico y emocional a la víctima. Más allá de la condena legal contra los depredadores sexuales, quedan las secuelas mentales y psicológicas a las víctimas.
Paola Torres, practicante de yoga, psicóloga e Integrante de la Red de Psicólogos Feministas, señaló que “no solo está lo espiritual que convoca la vulnerabilidad emocional, sino también la disciplina del deporte y la salud. Son tres variables muy fuertes". Cuando una persona es víctima de abuso sexual, tiene dudas para denunciar y un sentimiento de culpa por haber permitido que ocurriera determinada situación.
En la misma línea opina Melisa García, fundadora de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem). “Se genera una enorme culpabilización a la persona que está siendo abusada o acosada, donde pareciera que con esta intención de abrir la mente y otros espacios a lo que invita lo espiritual, se terminan llevando a cabo los abusos".
Torres y García exhortaron a quienes son víctimas de abusos a hablar sus casos con profesionales, en un entorno seguro. Se necesita mucha ayuda y orientación psicológica. "No siempre la reparación es mediante una denuncia, a veces no están listas para atravesar ese proceso", sostiene García.
El MeToo es un movimiento de empoderamiento. Le ha dado voz a quienes callaron en su momento por duda, vergüenza o temor ante el victimario. En varios ámbitos, ya sea deportivo, cultural, artístico o académico, las víctimas ahora se han unido, son fuertes, dan a conocer sus casos sin temor. La denuncia es valentía.
