A lo largo de los últimos años la ingesta de azúcar ha sido motivo de preocupación, que ha llevado a los organismos internacionales a generar alertas para salvaguardar la salud de las personas.
El Departamento de Prevención de Enfermedades No Transmisibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que «la ingesta de azúcares libres, entre los contenidos en productos como las bebidas azucaradas, es uno de los principales factores que está dando lugar a un aumento de la obesidad y la diabetes en el mundo».
Bajo este panorama, para mitigar los efectos de la ingesta de azúcar, una de las acciones que ha propuesto el organismo ha sido la de gravar estos productos para evitar el desarrollo de enfermedades asociadas a su consumo.
A su vez, esta decisión reduciría el gasto sanitario y elevaría los ingresos fiscales que se reinvertirían en servicios de salud.
Hay que recordar que el azúcar está presente en diversos productos, tanto naturales como procesados. Por ejemplo, las frutas la contienen, a través de la frustosa, y es posible encontrar este elemento en productos de la cotidianidad.
Por otra parte, el azúcar es un coadyuvante para la conservación de los alimentos, por lo que es de uso corriente en la industria alimenticia. Aunque está probado que este elemento, llamado por su detractores como «el veneno blanco», es una fuente de energía necesaria para construir músculos, que genera beneficios para el funcionamiento del cerebro.
Sin embargo, la OMS recomienda una ingesta reducida durante toda la vida y que el consumo debe ser equivalente al 10% de las calorías diarias, tanto en adultos como en niños. Además, una reducción por debajo del 5% de la ingesta calórica diaria «produciría beneficios para la salud».
La OMS recomienda no tomar más de 25 gramos de azucar al día, lo que equivaldría a seis cucharaditas tipo café.
El Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC) informó que: «Los azúcares, ya sean naturales o agregados, son químicamente iguales y tienen el mismo efecto en nuestros cuerpos. Al fin y al cabo los azúcares añadidos a los alimentos también se extraen de fuentes naturales».
Con el atenuante que los alimentos en los que los azúcares aparecen naturalmente, como en las legumbres, las frutas o las verduras, generalmente contienen fibras y otros nutrientes.