El seguimiento ocular y qué información se captura y analizada, relacionada con la forma en que interactuamos con el mundo a través de nuestras miradas y movimientos de los ojos, es uno de los secretos que los desarrolladores en gafas de realidad aumentada (AR), quieren mantener oculto.
Así lo denunció Patrick Lecomte, profesor de la Universidad de Quebec, Canadá, en un trabajo reciente publicado en el portal de investigación theconversation.com.
Es de recordar que Apple, Google, Snap y Microsoft -que se sepa públicamente- están trabajando en dispositivos portátiles AR: anteojos AR, lentes de contacto inteligentes y auriculares AR.
“Los psicólogos han identificado durante mucho tiempo que los movimientos oculares son señales sin filtrar, que dan una idea de la cognición subconsciente de los humanos”, recuerda el académico.
Explica que los rastreadores oculares modernos, generalmente usan un método conocido como reflexión corneal, donde se usa una luz infrarroja cercana para iluminar los ojos, provocando un reflejo que es detectado por una cámara de alta resolución.
La programación de imágenes avanzada, luego identifica el punto de mirada y los estímulos, lo que permite dibujar un mapa de calor de dónde estaba mirando una persona en un entorno determinado.
Además, los datos capturados incluyen la posición de la pupila, patrones de parpadeo y movimientos oculares.
Lecomte advierte que, “como siempre”, las empresas que desarrollan estos productos de seguimiento, eluden su responsabilidad y no informan de los alcances reales de su tecnología y, mucho menos, solicitan la autorización de los usuarios para “aprovechar” los resultados obtenidos gracias al uso.
El uso de la tecnología de seguimiento ocular debe estar estrictamente controlado por reguladores externos.
Los usuarios siempre deben tener el derecho legalmente definido, y la capacidad de tomar decisiones informadas sobre la opción de seguimiento ocular, siempre que usen dispositivos portátiles tanto en realidad virtual como aumentada.
No es un dato menor que el tema de la invasión de la privacidad fue puesto sobre el tapete desde los últimos años setenta, por el Informe Nora-Minc, sobre la informatización de la sociedad y la Comisión de Informática y Libertades del parlamento francés.
Más recientemente, en 2016, el Reglamento General de Protección de Datos fue adoptado por el Consejo de la Unión Europea y el Parlamento Europeo.
Esta base de la autodeterminación informativa, y de una serie de nuevos derechos digitales, está lejos de ser la panacea, pero es un inicio.
Las políticas de privacidad de las plataformas electrónicas deben ser mejor explicadas a los usuarios, y ser 100% transparentes.
Exponen expertos en el asunto, en que el problema radica en que además de que se llegara a ser un trabajador a destajo de las grandes empresas al darle toda la información, con la excusa de la seguridad, se podrían utilizar esos datos privados para atacar a periodistas, perseguir a activistas, crear perfiles para discriminar a minorías, y acabar con la libertad de expresión.
“Quienes están mirando estos datos están buscando criminales. Tú podrías ser la persona más inocente del mundo, pero si alguien programado para buscar patrones de criminalidad mira tus datos, no van a encontrarte a ti, van a encontrar a un criminal”, advertía Edward Snowden.
“la pregunta clave es si los usuarios prefieren obtener satisfacción de AR a expensas de su libertad, o ser libres a expensas de su satisfacción” reflexiona sobre el final el trabajo del profesor canadiense