Llegar a las residencias Eden Park en la urbanización los Chorros en Caracas, Venezuela, es trasladarse de inmediato a un espacio de solidaridad. En la parte baja de la casa de Lilian Gluck, funciona el «Hospital de Peluches».
Si, como si se tratara de un hospital real, pero ahí un grupo de voluntarios no recibe pacientes de carne y hueso, sino de tela y guata.
Además de los peluches reciben Barbies, juegos educativos y muñecos de todo tipo y los reparan. «El quirófano» es el jardín de la casa, ahí todo mundo tiene una función que cumplir por cada estación.
Las donaciones se reciben durante todo el año. Desde que empezaron con esta labor en 2018 han repartido más de 40.000 juguetes en hospitales infantiles, casa de abrigo, colegios, en la calle o donde los soliciten.
Una segunda oportunidad
El «Hospital de Peluches» es un proyecto inédito que Lilian lleva a cabo a través de una fundación y que nació luego de que sus hijos migraron a otros países.
A pocos días de su partida, recogió todos los 380 juguetes que había en su casa, los lavó, reparó y entregó en el Hospital Universitario de Caracas.
Para esta venezolana de 63 años y educadora de profesión, la labor que realiza le da una segunda oportunidad a los peluches y a los niños.
«Los niños deben recrearse, educarse e imaginar y un peluche es un juguete sano, caliente, con pelitos y cariñoso que te lleva a creer de nuevo, a hacer volar la imaginación y que tiene un valor único porque proviene de otro niño que lo ha tratado con amor«, explica Lilian.
En el verdor del patio de la casa hay varias mesas de mimbre y de madera, para la comodidad de los voluntarios, hay un fregadero con agua y jabón para lavar los juguetes y a pocos pasos hay una mesa con rejilla para ponerlos a secar.
Los voluntarios de todas las edades, todos los credos y toda condición social, sin discriminación alguna, se dividen en estaciones de trabajo.
Mientras se camina por este espacio donde se respira humanidad, se observan a jóvenes con uniforme escolar, abuelas con bastones y hombres, aunque la mayoría de quienes colaboran son mujeres.
Judith Benavides, es una de las que más llama la atención por su aspecto de abuela cariñosa, y la sonrisa con la que nos recibe.
Próxima a cumplir 91 años se ubica en la segunda estación y decora un peluche, le coloca la ropa, le cose los ojos y busca el material para ponerle la boca roja.
Mientras lo hace, impregnada de motivación, cuenta que siempre quiso hacer muñecas y nunca pudo, ahora en el «Hospital de peluches» consiguió una manera de cumplir sus sueños, y ayudar a los que lo necesitan. Es tanto el amor a este trabajo que a veces se los lleva a su casa, donde habilitó una habitación para atender a sus «pacientes».
En otra estación está Zaida Mistragi, una voluntaria con más de tres años en el «Hospital de Peluches», en su forma de recibir a los visitantes se siente la emoción de poder ayudar a otros, y no tarda en contar a detalle la última anécdota que recuerda.
Hace poco estuvo en un hospital haciendo una donación y entre los niños estaba una infante que iba a ser operada y perdería la visión. A Zaida le brillan los ojos cuando recuerda la cara de felicidad de esa niña al ver por última vez los juguetes que ahora le pertenecían. «Nos cambia la vida cuando ayudamos al que necesita», dice conmovida.
Y es así, en el «Hospital de Peluches» no solo se da, también se recibe. Los voluntarios aprenden el valor del compartir, aprenden a deprenderse de los objetos y trabajan el desapego.
El proceso
Todos los materiales que se usan en este lugar son producto de las donaciones, desde una aguja hasta el cafecito que se toman los jueves por la tarde cuando se reúnen, único día para hacer las reparaciones.
Luego del trabajo se meten en un cuarto donde esperan que haya una cierta cantidad para llevarlos y ser donados, previó a esto se gestiona la entrega con el centro.
Los peluches llevan un mensaje escrito atado al cuello, donde se invita a su cuidado y se recomienda aplicar el reciclaje.
Además, Lilian, directora y fundadora del lugar les da a los pequeños beneficiarios, una charla sobre la importancia de ayudar a otros.
Las puertas del «Hospital de Peluches» está abierta para todos aquellos que se quieran sumar y ayudar.
Sin embargo, es importante saber que a este espacio se deben llevar donaciones en buen estado, a las que se les pueda dar una segunda vida útil, ya por ahora no tienen laboratorios de reparación estructural de los juguetes.