El hecho de que las mujeres están alcanzando máximas posiciones de liderazgo, no garantiza que avancen como deberían las agendas de género, pero sí tiene un gran valor -real y simbólico- y es algo para celebrar: actualmente en el Reino Unido y el Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, las que mandan son ellas.
La llegada de la nueva primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, no supuso ninguna sorpresa. La política británica ha sido una de las constantes a lo largo de los gobiernos de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson.
Truss logró convencer a su partido de que tenía la fórmula para regresar al Reino Unido a la senda del crecimiento.
Con el espíritu de Margaret Thatcher, Truss se propone un gobierno férreo que recupere la confianza y vuelva los números al color negro.
No es un dato menor que es la tercera mujer en ser primera ministra, en el Reino Unido, la segunda en menos de una década, tras Theresa May.
De hecho, desde la salida de Angela Merkel del poder, no había en ninguna de las potencias europeas continentales una mujer ocupando el máximo cargo.
El FMI pasó de una mujer a otra
La búlgara Kristalina Georguieva sucedió a Christine Lagarde al frente del FMI.
Su destacada carrera profesional la alzó hasta donde está. Es doctora en ciencias económicas, procede del Banco Mundial -donde fue vicepresidenta- y fue la número dos de la Comisión Europea.
Y aunque no ganó tiene otro mérito importante: fue candidata a secretaria general de la ONU.
Es de destacar que Georguieva apenas llegó al FMI, se convirtió en la segunda mujer economista jefa del organismo, detrás de Gita Gopinath.
Política hecha por políticas
Actualmente en Europa, las mujeres son primeras ministras en Francia, Dinamarca, Estonia, Suecia, Finlandia, Islandia, Lituania y Serbia.
Mientras que en África ocupan esta posición en Namibia, Tanzania y Togo. En Asia, sólo en Bangladesh, y en Oceanía una dama dirige Nueva Zelanda.
Además, hay diez presidentas actualmente. Dirigen Georgia, Grecia, Kosovo, Taiwán, Honduras, Túnez, la India, Nepal y Singapur.
Moldavia es el único país donde la presidencia y la jefatura de gobierno (primer ministro) son ocupadas por mujeres simultáneamente.
También hay que mencionar a la alemana Ursula Von Der Leyen, quien se convirtió en diciembre de 2019 en la primera mujer en presidir la Comisión Europea.
Más oportunidades para mejores resultados
A pesar de los innegables adelantos contemporáneos, hacen falta compromisos multisectoriales contundentes y políticas públicas que permitan derribar los estereotipos de género, que vinculan a la política y la ciencia, entre otras, con la “masculinidad”.
Se deben construir ecosistemas más inclusivos, transformadores y responsables, libres de prejuicios y discriminación, donde se impulse a las niñas y mujeres, desde los cimiento.
Un tema aparte, merece la disposición de las propias féminas de impulsar a otras, enfrentar el machismo y, sobre todo, no repetir el andamiaje patriarcal.
Por ejemplo, la propia Margaret Thatcher fue toda una pionera en política, pero durante los 11 años que ocupó la jefatura del Gobierno británico, se rodeó principalmente de hombres, y no ejerció el poder animando a que las mujeres se presentaran a cargos públicos.