Según la ciencia, la encefalitis no es más que la inflamación del cerebro provocada, normalmente por un virus, bacterias o parásitos e incluso, más raramente, por hongos; en algunas ocasiones, la pequeña pero significativa inflamación puede estar provocada por reacciones inmunitarias desencadenadas por una infección o por reacción de una vacuna o la enfermedad del cáncer.
En un esfuerzo por dar a conocer esta enfermedad algunas asociaciones e institutos proclamaron cada 22 de febrero como el Día Mundial de la Encefalitis, una jornada que busca educar sobre sus causas, procesos de prevención y por supuesto la forma más adecuada de tratarla.
Según algunos expertos, los síntomas de esta inflamación son muy variables. Inicialmente aparece un profundo dolor de cabeza, fiebre, confusión, náuseas, vómitos, o rigidez en el cuello. Pero existen casos aún más delicados porque la encefalitis puede ser asintomática, manifestarse con signos o síntomas leves o causar otros más graves, como convulsiones o problemas en el habla, la visión o la audición.
En muchos casos de existencia de encefalitis grave y la cual no es tratada a tiempo, la persona que lo padece puede incluso llegar a un estado de coma.
La encefalitis es considerada una enfermedad muy poco frecuente y que sólo se hace presente en niños, ancianos y personas con el sistema inmune debilitado.
Además este padecimiento, se manifiesta en dos tipos; la «encefalitis primaria»,, un virus u otro agente infecta directamente el cerebro o puede reactivarse un virus que había estado inactivo tras una infección previa y la «encefalitis secundaria» que tiene lugar en otras partes del cuerpo, ataca a antígenos del tejido cerebral que se asemejan a los del agente infeccioso, es decir luego de padecer el sarampión, la rubéola, la varicela o las paperas, la inflamación suele ocurrir dos o tres semanas después de la infección inicial.
La Asociación Española de Pediatría (AEP), mostró en un pequeño análisis que la incidencia de encefalitis en la población general es de 0,3 a 0,5 casos de cada 100 mil habitantes, cifra que aumenta a 5 a 10 casos en la infancia. Durante el primer año de vida, la incidencia se eleva a 17 casos por cada 100 mil niños.
Varios estudios aseguran que la fase aguda de la encefalitis suele durar de una a dos semanas, en los casos leves, los síntomas desaparecen de manera súbita o gradualmente.
En los considerados casos graves, la recuperación puede tardar varios meses y en algunas personas pueden quedar secuelas como trastornos del aprendizaje, problemas en el habla, pérdidas de memoria o falta de control muscular.
Esta enfermedad es controlada con tratamientos basados en analgésicos, antiinflamatorios, reposo en cama, abundante líquido y, en función de la causa, se aplica la administración de los medicamentos adecuados para combatir esos agentes.
Asimismo, pueden ser necesarios anticonvulsivos para prevenir o detener las convulsiones, corticoides para reducir la inflamación y control de la presión dentro del cráneo.
En caso de hospitalización, el paciente puede requerir asistencia respiratoria, así como el control estrecho de su tensión arterial y función cardiaca.
La encefalitis en algunos casos puede ser confundida por un cuadro gripal fuerte, por ello lo importante de un diagnóstico oportuno. En otros casos puede enmascararse con cuadros de epilepsia y en casos más aislados, con problemas de vista y audición.
