Un estudio publicado en Cancer Cell desveló que el estrés hace que ciertos glóbulos blancos llamados neutrófilos formen estructuras pegajosas en forma de red que logran que los tejidos del cuerpo sean más susceptibles a la metástasis. El hallazgo podría apuntar a nuevas estrategias de tratamiento.
«Los investigadores del Cold Spring Harbor Laboratory (CSHL) de Estados Unidos descubrieron que el estrés lleva a cabo modificaciones en los tejidos que actúan preparando el órgano para que se desarrollen tumores», publicó el diario lasexta.
Demasiado estrés puede ser negativo para nuestra salud. Desde cambios sutiles, como canas, hasta un envejecimiento del sistema inmune o su relación con la obesidad.
En nuestro cuerpo, el estrés aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial. En casos que se extienda por un largo período, puede causar daños a los vasos sanguíneos y las arterias.
A esto hay que sumar que el estrés causa estragos en nuestro sistema inmunológico y, en menor medida, en el sistema musculoesquelético. Se sabe que el estrés crónico puede aumentar nuestro riesgo de sufrir enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares y también cómo influye en las posibilidades de desarrollar tumores. Debido a su influencia en el sistema inmune, el estrés, sobre todo el crónico promueve el desarrollo de cáncer, pero hasta ahora se desconocía cómo actúa. Y esto es un desafío para los tratamientos oncológicos.
El equipo descubrió que las hormonas del estrés llamadas glucocorticoides actuaban sobre los neutrófilos. Estos neutrófilos «estresados» formaron entonces estructuras similares a telarañas llamadas NET (trampas extracelulares de neutrófilos en inglés). Los NET se forman cuando los neutrófilos expulsan el ADN. Normalmente, pueden defendernos de microorganismos invasores pero en el cáncer, los NET crean un entorno propicio para la metástasis.
Para confirmar que el estrés desencadena la formación de NET, lo que lleva a un aumento de la metástasis, los autores realizaron tres pruebas. Primero, eliminaron los neutrófilos de los ratones utilizando anticuerpos. A continuación, les inyectaron a los animales un fármaco destructor de NET. Por último, utilizaron ratones cuyos neutrófilos no podían responder a los glucocorticoides. Cada prueba logró resultados similares: «los ratones estresados ya no desarrollaron más metástasis».
En particular, el equipo descubrió que el estrés crónico provocaba que la formación de NET modificara el tejido pulmonar incluso en ratones sin cáncer. «Es casi como preparar el tejido para contraer cáncer – concluye Egeblad -. La implicación del estrés resulta clara y reducirlo debería ser un componente del tratamiento y la prevención del cáncer».