Aunque el mercado de los programas de filtros faciales está en auge y se han vuelto cada vez más sofisticados para “corregir pequeñas imperfecciones”, hay que informar a los jóvenes sobre el posible peligro de su uso, para su positiva auto percepción.
“Ojos grandes, labios carnosos, piel ideal: los filtros de belleza en las redes sociales hacen que cada selfi parezca una foto perfecta con un solo clic. Pero los psicólogos advierten sobre las consecuencias”, explica una nota de la agencia DW.
Cabe destacar que la aplicación FaceTune ha sido descargada más de 200 millones de veces; YouCam Makeup y BeautyPlustienen cada una más de 100 millones de descargas, por ejemplo. Es decir, el problema se intensifica a pasos agigantados.
El cuadro clínico tiene un nombre: selfi o dismorfia de Snapchat. A medida que se usan más selfis con filtros como norma, más se ve afectada la autoestima de muchas personas.
Según la revista especializada JAMA Facial Plastic Surgery, la sensación de no poder cumplir con las exigencias de estos ideales de belleza puede incluso desencadenar una depresión.
Además, el objetivo de estas aplicaciones es un ideal de belleza muy homogéneo: la piel negra generalmente se aclara un poco, la piel blanca se vuelve más rosada, las narices se estrechan.
«Este atractivo estético es definitivamente problemático, porque se condensan muchos estereotipos en los filtros», denunció Katja Gunkel, profesora de educación artística en la Universidad Goethe, en Frankfurt, Alemania.
De hecho, según un estudio de la YMCA británica, dos tercios de los jóvenes se sienten presionados por los estándares de belleza en las redes sociales. Y hay más: según una encuesta realizada por la organización juvenil británica Girlguiding, alrededor de un tercio de todas las niñas de entre 11 y 21 años ya no publicarían una foto propia sin editar.
La youtuber alemana Silvi Carlsson públicamente se posiciona en contra de los filtros de belleza en sus videos. “Estamos entrenados por las redes sociales para presentar un yo perfecto al mundo exterior y eso nos destruye.
Para controlar este fenómeno, varios países están tratando de imponer una normativa. En Noruega e Israel ya se exige un etiquetado para las fotos que han sido manipuladas con un filtro tan pronto sean utilizadas para publicidad en las redes sociales.
Un proyecto de ley en Francia prevé algo similar para las fotos y videos, y los «influencers» pueden enfrentarse incluso a penas de hasta 300.000 euros o seis meses de prisión si las infringen. Reino Unido también debate regulaciones parecidas.
Según los especialistas, la tarea solo puede ser buscar -como usuario- desarrollar un cierto nivel de resiliencia e independencia frente a esas imágenes.