Hoy, a un año de la invasión rusa a Ucrania, la guerra no ha sido ni la sombra de lo que se creyó en un principio, y, ahora, una parte de la discusión se centra en si es la III Guerra Mundial (o el preludio) y por qué.
Rusia asegura que su “operación militar especial, desmilitarización y desnazificación” es una obligación defensiva en sus fronteras próximas.
Ucrania -la ex república soviética independizada en 1991- sostiene que Moscú comenzó su invasión en 2014, cuando anexó la península de Crimea (territorio de Ucrania) y otra vez, el año pasado, cuando le sacó otro tajo territorial al apoyar las repúblicas separatistas de Donetsk y Luhansk. La acusa de ir contra un gobierno electo democráticamente.
Por su parte, Occidente sostiene, en términos generales, que es un acto ilegal de agresión del expansionismo ruso, en contra un presidente judío cuyos familiares murieron en el Holocausto.
Ante estos planteamientos, resulta interesante hacer el ejercicio “psicogeográfico” que propone el intelectual francés Emmanuel Todd, haciendo zoom hacia atrás.
“Si miramos el mapa de Ucrania, vemos la entrada de tropas rusas por el norte, este, sur… y ahí, efectivamente, tenemos la visión de una invasión rusa, no hay otra palabra. Pero si retrocedemos hasta una percepción del mundo -digamos hasta Washington- vemos que las armas y los misiles de la OTAN convergen hacia el campo de batalla, movimientos de armas que habían comenzado antes de la guerra. Bajmut está a 8.400 kilómetros de Washington, pero a 130 kilómetros de la frontera rusa. Una simple lectura del mapa del mundo permite pensar, considerar la hipótesis de que, desde el punto de vista ruso, esta es una guerra defensiva”.
Descartada una guerra efímera
Cuando comenzó este conflicto bélico, la idea generalizada era que el ejército ruso era muy poderoso y su economía muy débil. Se creía que Ucrania sería aplastada militarmente y que Rusia sería asfixiada económicamente por Occidente.
Sin embargo, nada de eso ocurrió: Ucrania no ha sido aplastada (aunque haya perdido cerca del 16% de su territorio), ni Rusia ha sido asfixiada (apenas si cayó su PIB 2,2% con 11.327 sanciones del G7, la Unión Europea, Suiza y Australia).
El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, insistió en la ONU en que «ni la entrega de armas ni las sanciones a Rusia salvan vidas. Al contrario, contribuyen a la escalada y a la prolongación del conflicto, por lo que prolongarán más el sufrimiento».
El propio presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo en diciembre pasado que “la duración de la operación militar especial puede ser un proceso largo”.
También el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, lo advirtió en la 68ª Asamblea Parlamentaria de la Alianza Atlántica (OTAN), en Madrid: “los aliados deben estar dispuestos a apoyar a Ucrania en una guerra larga a pesar del precio económico que hay que pagar».
Por ahora, el pueblo ucraniano sufre la invasión y ve cómo su futuro se dirime entre la subordinación a la OTAN (Alianza del Atlántico Norte que reúne a Estados Unidos y las potencias europeas) o el régimen omnipresente y fronterizo de Vladimir Putin.
En cifras de la ONU, la fatídica guerra ha asesinado a más de 7.000 civiles (258 niños) y casi 12.000 fueron heridos (no se incluyen las bajas militares). Además, más de ocho millones de refugiados ucranianos se encuentran repartidos por toda Europa y más de cinco millones viven en una ciudad diferente a su residencia habitual en Ucrania a causa del conflicto.
«La mayoría de las bajas civiles registradas se debieron al uso de armas explosivas con efectos de área amplia, incluidos bombardeos de artillería pesada, sistemas de lanzamiento de cohetes múltiples, misiles y ataques aéreos», detalló el Alto Comisionado para los Derechos Humanos (Acnudh).
¿Guerra Europea o Guerra Mundial?
Diferentes voceros capacitados (militares, políticos e intelectuales, entre otros) han expresado su opinión sobre si la guerra es europea o mundial.
Para el reconocido historiador ruso, Yuri Felshtinsky, Ucrania es “la primera batalla de la III Guerra Mundial” -una afirmación que da título a su nuevo libro-.
De hecho, advierte que la guerra no se prolongará mucho más tiempo dentro del país: “se va a extender”.
En este sentido, pone fecha al inicio de la tercera guerra mundial, en un día que ya hemos tachado en el calendario: 24 de febrero de 2022.
Para el intelectual francés, Emmanuel Todd, también comenzó el día que Rusia invadió Ucrania.
“Occidente suministra armas y mata rusos, aunque no nos expongamos. Nosotros, los europeos, nos dedicamos principalmente a la economía y, entonces, sentimos nuestra entrada real en la guerra a través de la inflación y la escasez”, explicó.
En contraparte, el ministro de Defensa italiano, Guido Crosetto, afirmó que la III Guerra Mundial sólo empezaría si “llegasen los tanques rusos a Kiev”. Y, por si acaso, fue más allá en su comentario: “hay que tomar decisiones difíciles hoy para evitar situaciones peores mañana”.
Aunque no ha dicho nada en los últimos meses, el presidente de EEUU, Joe Biden, dijo el 11 de marzo de 2002 que “enviar material ofensivo como aviones y tanques pilotados por tripulación americana. No se engañen, se llama Tercera Guerra Mundial”.
Por ahora, Washington sólo ha enviado “material ofensivo”. Falta que esta dotación sea usada por militares estadounidenses para que, según anunció el mandatario, sea la III Guerra Mundial.
Para el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, aún no se ha llegado a ese punto, pero si no se frena a su par ruso, «habrá una tercera guerra mundial. Cuando invada Polonia y los Estados bálticos, nadie podrá hacer nada para evitarla”.
En otra declaración añadió que si China se alía con Rusia “habrá III Guerra Mundial”.
Hasta el momento el presidente ruso no ha hecho declaraciones específicas sobre la III Guerra Mundial, pero sí lo hizo el subsecretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Alexandr Venedíktov, al comentar la solicitud de ingreso de Ucrania a la OTAN.
Aunque hasta el momento la violencia militar ha sido más débil que en anteriores guerras mundiales y el combate sigue confinado dentro de las fronteras ucranianas, la verdad es que ya intervienen casi tantos países como en la I (participaron 15 naciones) pero menos que en la II (al final del conflicto había 63 países involucrados).

El precio de la guerra
Las donaciones desde el inicio de la invasión han superado los 150.000 millones de dólares, de acuerdo con el Instituto Kiel para la Economía Mundial. Estados Unidos es, de lejos, el principal patrocinador, seguido de los países europeos y la UE.
Entre tanto, la Escuela de Economía de Kiev (KSE) cifró los daños este primer aniversario de la invasión en 138.000 millones de dólares y las pérdidas para la agricultura en más de 34.000 millones.
El verdadero precio de la guerra es el fin de la paz y los crímenes que se cometen. La Corte Penal Internacional abrió el 2 de marzo de 2022 una investigación por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Ucrania.
Según el comisario de Justicia en la Comisión Europea, Didier Reynders, se han denunciado casi 65.000 presuntos crímenes de guerra.
Mientras que a las tropas rusas se les imputan ejecuciones, violaciones, torturas y secuestro, a Ucrania se le ha acusado también de cometer crímenes de guerra contra prisioneros rusos, pero en menor medida.
Guerra en streaming
La empresa de análisis de datos Charbeat analizó 1.000 millones de horas de lectura en medios y concluyó que los lectores pasaron 278 millones de horas informándose sobre ese conflicto.
Según la ONG Reporteros Sin Fronteras, ocho periodistas han sido asesinados y 19 heridos por disparos en la cobertura del conflicto.
De hecho, la organización ha interpuesto siete denuncias por crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional (CPI) y ante la Fiscalía General de Ucrania, por 50 ataques cometidos en suelo ucraniano que afectan a más de 100 periodistas y a 11 torres o infraestructuras de radio y televisión.
Hacerle la guerra a la guerra
No se trata simplemente de apoyar al país débil o agredido, ni del derecho de legítima defensa. La situación obliga a evitar análisis simplistas.
Se trata en realidad de impulsar desde cada espacio la desmilitarización de la política, de la economía, de las relaciones internacionales, de la sociedad y de las mentes, para evitar la guerra.
Se debe trabajar, luchar, incidir, explicar y convencer para que las estructuras que promueven la guerra sean cada vez más débiles y la decisión de emprender una, más costosa.