Es un hecho que Latinoamérica es una región inestable económica, política y socialmente, si se compara con el resto del mundo y también es innegable que los efectos de la pandemia fueron más fuertes en la región, que no estaba preparada para afrontar una enfermedad en masa, potencialmente mortal y mucho menos los efectos de una cuarentena extendida.
Pero no se trata solo de apreciaciones. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que más de 50 millones de puestos de trabajo se perdieron en 2020 en las Américas, provocando una “nueva era” migratoria que parece no estar cerca de parar.
Cifras rojas
Aunque después de la parte más álgida de la pandemia, se recuperaron muchísimos puestos de trabajo, ya el continente había cambiado y todo volvió devaluado: “del total de los empleos recuperados alrededor del 70% se dan en la informalidad, son de baja productividad, con bajos salarios y sin ninguna cobertura de protección social”, dijo Luis Almagro, secretario general de la OEA ante el Consejo Permanente.
A pesar de que abundan las noticias de la crisis económica y energética en Europa, lo cierto es que América Latina es una zona mucho más vulnerable, con números que alarman profundamente y que ponen en contexto, el movimiento migratorio sin precedentes.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2020 la pobreza extrema era de más de 13% de la población, en contraste con el viejo continente donde el concepto básicamente no es medible -por ahora- y la escasez llega hasta la clasificación de “pobreza” a secas, sumado a una que otra alarma de “riesgo de pobreza extrema”.
Para el economista William Maloney, jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, aunque la pandemia fue un detonante devastador, la región ya venía en caída. “Estábamos creciendo muy lentamente, alrededor del 2,2%, cuando el resto del mundo estaba al 3,1%” detalló al medio DW.com.
Educar es la clave
Lo cierto es que Latinoamérica es menos productiva y esta situación la explica el representante del Banco Mundial con variables demoledoras: en la región tenemos un turismo mucho más afectado con la pandemia por la baja tasa de vacunación en 2021, un progreso casi nulo en la lucha contra la pobreza, la contracción de la clase media, los salarios devaluados por la inflación, pensiones mediocres y un bajo nivel de educación pública.
En relación a este tema, la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEI) expone en su Informe de Educación Superior, productividad y competitividad en Iberoamérica (2021), que en América Latina la productividad ha disminuido en los últimos 50 años, que es baja en todos los sectores y que solo representa el 38% de la productividad promedio de la OCDE, generando un fenómeno llamado “rezago competitivo”, como detalla el portal Agenda Educativa.
Y todo radica en la educación, según señalan los responsables del estudio. “hay que incrementar la relevancia de la educación superior para el mercado laboral; es necesario que se incentive el aprendizaje a lo largo de la vida” detalla en sus recomendaciones.
Fuga de cerebros
Como para hacer más peso al respecto, se suma a la situación la fuga de cerebros, personas en los que Estados latinoamericanos invierten en su formación y deciden marcharse, por la inestabilidad de la región.
Según datos de la organización Migration Data Portal, en 2020, 17.612.735 de personas se habían salido de sus países de orígenes en Latinoamérica, de los cuales se estima que alrededor de 10 millones se habían quedado dentro del continente, lo que significa que más de 7 millones habían abandonado el continente.
Esto es un problema gravísimo para la productividad, como explica Diego Restuccia, catedrático de economía de la Universidad de Toronto, quien insiste en que solo con capital humano calificado se puede mejorar la economía.
Para Maloney, una de las cosas positivas del movimiento, es que la mayoría se mueve dentro de la región, lo que permite que el impacto no sea tan grave como en años anteriores, cuando las personas salían especialmente a Norteamérica y Europa.
Moverse puede ser bueno
Para los expertos la solución es ofrecer trabajos de calidad pero con economías inestables y de pocas garantías, es difícil que la inversión se mueva de manera fluida y la situación termina en un ciclo de mal o coloquialmente “como el perro que se muerde la cola”.
Mercosur ha sido un punto positivo pero sigue sin completar las metas y expectativas con las que fue creado en un principio.
Lo que ha ayudado es una cierta estabilización en algunas zonas, que ha permitido la migración interna en América Latina, incluso en contra de los planes iniciales de algunas personas que toman las maletas con destino a Estados Unidos o Europa y terminan quedándose en la región.
Igualmente es de destacar el regreso de muchas personas a sus naciones de origen, como es el caso de México y América Central, sitios al que muchos ciudadanos han decidido volver, por razones que van desde más oportunidades a la imposibilidad de estabilizarse en el extranjero.
Algo que los analistas invitan a no dejar de lado, es un proceso que se aceleró con la pandemia, y se trata de la virtualidad.
Los puestos de empleo a distancia crecieron y muchas personas que vivían en países desarrollados decidieron emigrar a Latinoamérica, donde se puede alcanzar mejor calidad de vida con menos dinero: no es lo mismo ganar 2.000 dólares en Nueva York que tener ese mismo ingreso en Buenos Aires por ejemplo.
En la Gran Manzana, una familia de cuatro necesita unos US $7.600 mensuales para vivir bien según la web expatistan.com mientras que en la capital de Argentina, un grupo igual puede subsistir cómodamente con US $2.000, o incluso menos.
Es de resaltar también que el 57% de los migrantes sudamericanos, específicamente del Caribe, tienen dos o más años de educación postsecundaria, a pesar de las deficiencias educativas lo que significa que generalmente se va, quien ha estudiado algo.
Sin embargo, para Almagro la solución radica en atraerlos a la región, y transformar así la “fuga de talentos” en “flujo de talentos”, a través de incentivos como trabajo de calidad, empleos remotos, y los bajos costos de la vida en la región.
Los expertos insisten en que las potencialidades están allí, pero son necesarios proyectos a largo plazo, cohesión por parte de los gobiernos latinoamericanos y sobre todo, voluntad para hacerlo.