En las recientes elecciones celebradas en Brasil, el voto de los evangélicos jugó un papel determinante para que el presidente Jair Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva se midan nuevamente en una segunda jornada electoral en el país más grande de América Latina.
En el país, el 31% de la población se declara evangélica, lo que se traduce cerca de 70 millones de personas en la cual, 35 millones de votantes son simpatizantes del Partido Liberal (PL), de ideología conservadora, mientras que el Partido de los Trabajadores (PT), de tendencia progresista, solo cuenta con el 32% de la intención de voto entre los evangélicos.
Ante esta situación, Bolsonaro ha sacado cierta ventaja en realizar una alianza estratégica con uno de los mayores líderes religiosos del país, el pastor Silas Malafaia, el cual acompañó al primer mandatario al funeral de la Reina Isabel II.
A pesar de que hace cuatro años, el voto evangélico llevó al poder al actual presidente, hoy en día, el voto de las mujeres y de la población joven puede inclinar la balanza al candidato Lula da Silva. En este sentido, el expresidente de 76 años es consciente que el 54% de las mujeres brasileñas rechazan las propuestas del actual jefe de Estado.
Por eso, su campaña se centra en los 23 millones de mujeres negras y de bajos recursos, que a pesar que profesan el evangelio, son contrarias a las políticas económicas y sociales de Bolsonaro.
A principios de septiembre, el líder progresista participó en un encuentro con evangélicos en São Gonçalo, en la periferia de Río de Janeiro, en el que alertó sobre la circulación de noticias falsas de cerrar las iglesias, en caso de ganar las elecciones.
“Nunca hubo en la historia de Brasil un presidente que trató la religión y las iglesias con la democracia con la que yo cuidé este país”, subrayó Lula.
Incluso, en otro acto celebrado en el Valle de Anhangabaú, una plaza emblemática del centro de San Pablo, el candidato les solicitó a las iglesias evangélicas “que no tengan miedo de discutir. Si el pastor habla seriamente, hay que respetarlo, pero si miente, hay que enfrentarlo, porque en nombre de Dios no se pueden contar mentiras ni en Brasil ni en otro lugar del mundo”, puntualizó.
El expresidente Lula Da Silva, se ha visto obligado a desmentir más de una vez las fakes news que lo acusan de tener "un pacto con el diablo", y a reiterar que es cristiano y cree en Dios.
"Lula no tiene pacto ni jamás conversó con el diablo", afirma un mensaje publicado en las redes sociales.
Incluso, como un nuevo gesto a los religiosos, recibió este martes en la sede central de su campaña, a un grupo de padres franciscanos por la celebración del día de San Francisco de Asís.
Esta estrategia del bolsonarismo no es nueva, en el año 2018 el actual jefe de Estado, volvió a apelar con un discurso centrado en la defensa de los valores cristianos y conservadores, para sumar voluntades de los creyentes
