Taiwán es el principal fabricante mundial de chips semiconductores avanzados y esta industria ha resultado un “escudo de silicio”, por el material con que se construyen, que protege a la isla pues China y el resto del planeta dependen en gran medida de esta tecnología.
El impacto de una guerra sobre los fabricantes de circuitos integrados sería tan grande que China pagaría un precio muy alto -incluido un daño severo a su propia economía- pues nadie está en capacidad de replicar a mediano plazo la producción a gran escala de esta tecnología, dado su nivel de complejidad.
Resulta que estas pequeñas piezas son imprescindibles en casi todos los aparatos actuales: desde aviones de combate hasta celulares.
De hecho, ya hay un pequeño adelanto pues con la pandemia del Covid-19 empezó una escasez de semiconductores que impactó en primer lugar al sector automotriz.
Más tarde, la escasez se extendió a otros productos electrónicos -incluidas computadoras portátiles y consolas de juegos- que experimentaron una gran demanda debido a los confinamientos impuestos en todo el mundo.
Entonces la isla –que es más pequeña que Cuba- se convirtió en el cuello de botella de la cadena mundial de suministro.
No es un dato menor que solo la compañía Taiwan Semiconductor Manufacturing Co (TSMC) suministra una cuarta parte de los chips del mundo (el 62%, según su informe anual de 2020, está destinado a empresas en EEUU).
Sin embargo, China no es el único que desea liberarse de la dependencia de Taiwán, sino también su “archi enemigo”, Estados Unidos y más discretamente Japón y Europa.
Analistas consideran que la especie de protectorado en sombras que ejerce Estados Unidos sobre Taiwán responde directamente a la necesidad que tiene de su tecnología a pesar de que las máquinas para hacer los microchips son made in USA.
Por eso, tanto China como Estados Unidos mantienen una disputa latente sobre la isla.
Recordemos que el periodista Craig Addison hizo popular el término “el escudo de silicio” para graficar por qué entonces China no intenta de una vez por todas una acción militar sobre la pequeña isla que está a solo 180 kilómetros de su costa.