El reciente gesto de bienvenida del papa Francisco a los católicos transgénero resonó en todo el planeta: unos a favor, y otros en contra.
Todos opinaron sobre las palabras que pronunció el sumo pontífice en la Jornada Mundial de los Pobres, una iniciativa con siete años de vida, en la que comparte un almuerzo con 1.200 indigentes en el propio Vaticano.
El domingo, estas mujeres trans -muchas inmigrantes prostituidas- participaron en la actividad tras el reciente gesto de inclusión que el jesuíta ha hecho llegar a la comunidad Lgbtq+, tras aclarar que pueden ser bautizados, además de fungir como padrinos y madrinas en bautizos, confirmaciones y bodas.
“Antes la iglesia estaba cerrada para nosotros. No nos veían como personas normales, nos veían como el diablo”, dijo Andrea Paola Torres López, una mujer transgénero colombiana conocida como Consuelo, cuya cocina está decorada con imágenes de Jesús. “Entonces llegó el papa Francisco y se nos abrieron las puertas de la iglesia”, publicó AFP.
Los primeros que estuvieron a favor de las palabras de Francisco fueron los representantes de la comunidad sexodiversa en general, pero además, muchos creyentes con la convicción de que «todos son hijos de Dios».
Sin embargo, algunos haters destacaron que de la Jornada Mundial de los Pobres «a la prensa solo le interesan los trans».
«Gracias al párroco local, estas mujeres ahora visitan mensualmente las audiencias generales de los miércoles de Francisco, donde se les asignan asientos VIP. Un día cualquiera reciben entregas de medicamentos, dinero en efectivo y champú», se quejó el medio digital infovaticana.com.
Asegura el artículo que «los pobres sin confusión de género volvieron a ser víctimas de la cultura del descarte».
Finaliza, denunciando que supuestamente los medios llevan ya años «absolutamente obsesionados con normalizar’ la ideología de género y elevar a los altares a los de género confuso y, además, la propia Curia parece lanzar guiños en esa dirección siempre que le es posible».