Desde 1993, diversos neurólogos estudian lo que bautizaron como “efecto Mozart”, es decir, la incidencia que tiene la sonata para dos pianos en re mayor del músico austríaco (también conocida como K448) en los pacientes epilépticos.
El nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Medicina de Geisel School en Dartmouth, EEUU, se centró en estudiar a profundidad a pacientes con dicha enfermedad y que fueron hospitalizados con la melodía de Mozart, publicó eldiariony.com.
«A cada paciente le fueron colocados unos sensores cerebrales para monitorear la aparición de los llamados IED, que son eventos cerebrales de corta duración que sufren los epilépticos cada vez que tienen una convulsión pero que suelen ser dañinos».
Este nuevo estudio demostró que escuchar la sonata al menos 30 segundos puede estar asociado con picos menos frecuentes de cierta actividad eléctrica en el cerebro de las personas cuya epilepsia no responde a la medicación, es decir, ayuda a reducir la frecuencia de los ataques.
Cuando compararon la respuesta con la estructura del trabajo, encontraron que los efectos aumentaban durante las transiciones entre frases musicales más largas, aquellas que duraban 10 segundos o más.
En los 16 pacientes analizados, los picos cayeron en dos tercios en todo el cerebro, pero cayeron más en las cortezas frontales izquierda y derecha del cerebro, donde se regulan las respuestas emocional.
La conclusión de estos investigadores es que escuchar la sonata de Mozart ayuda a reducir los picos en la actividad neuronal que pueden provocar convulsiones en los epilépticos.
“Nuestro último sueño es definir un género musical ‘antiepiléptico’ y utilizar la música para mejorar la vida de las personas con epilepsia”, dijo Robert Quon de Dartmouth College, coautor del estudio publicado en Scientific Reports.
Aunque hasta ahora no se sabe con exactitud qué hace especial la sonata de Mozart, creen que su efecto terapéutico en epilépticos se debe a que la K448 “está estructuralmente organizada en bloques melódicos constantes, cada uno con su propia armonía subyacente”, lo cual estimularía al cerebro.
No es un dato menor que la epilepsia es posiblemente el trastorno cerebral más extendido, con más de 50 millones de diagnosticados por todo el mundo. Afecta aproximadamente al 1% de la población mundial, y de estas personas, un tercio padece epilepsia resistente a la medicación, por lo que este estudio podría ser una esperanza para ellos.
Más allá del efecto Mozart
Según la Asociación Española de Musicoterapeutas Profesionales, esta disciplina es un proceso sistemático de intervención mediante el uso de la música y/o de sus elementos (sonido, ritmo, melodía, armonía) para promover o reestablecer la salud y mejorar la calidad de vida.
En resumen, la musicoterapia es una aplicación especializada de la música en el área de la salud.
De hecho, según Instituto Superior de Estudios Psicológicos de España: “la música hace posible que las personas con discapacidad desarrollen conductas compensatorias y eleven su autoestima. Asimismo, produce efectos cognitivos-intelectuales, como el desarrollo de la capacidad de atención sostenida, la facilitación del aprendizaje, el desarrollo del sentido del orden y del análisis.
Sin embargo, reconocen que “sería una mala práctica por parte de un musicoterapeuta aconsejar a su paciente sobre su medicación. La musicoterapia es una terapia complementaria, y por tanto el tratamiento farmacológico del paciente se debe dejar en manos del médico que ha recomendado este”.
Según un estudio realizado en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales Externos del Hospital Civil de Guadalajara: “Desde el cuarto mes de la gestación, el aparato auditivo del feto inicia la captación de sonidos generados en el vientre de la madre, como son el latido cardiaco, la respiración y el peristaltismo, además de sonidos exteriores como la música y ruidos rítmicos”.
Así, en este estudio se sometió a los neonatos y a sus familias a seis sesiones musicales semanales a cargo de un violinista. Estos estudios mostraron en artículos científicos que “la música disminuye el estrés medioambiental, tiene efectos positivos en la inmunidad, elevando los niveles séricos de inmunoglobulinas, específicamente la IgA, así mismo eleva los niveles séricos de interleucinas y produce una disminución en el cortisol sérico”.