Un estudio realizado en el Advanced Telecommunications Research Institute International en Kyoto, Japón, reveló que los abrazos generan una reducción significativa en el nivel de cortisol en la sangre -la hormona del estrés-. A pertir de allí, la terapeuta familiar Virginia Satir agrega: “necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho abrazos para mantenernos como estamos y 12 abrazos para crecer”.
Los abrazos nos ayudan a sentirnos bien con nosotros mismos y ese contacto físico también es esencial para desarrollar y mantener una percepción adecuada de nuestro cuerpo.
Los neurocientíficos descubrieron que un abrazo estimula la producción de dopamina, un neurotransmisor conocido como la “hormona del placer” porque crea una sensación de satisfacción que alivia el estrés y la tensión.
«Según un estudio realizado en el University College de Londres, la clave está en el hecho de que este tipo de contacto corporal ofrece agradables sensaciones táctiles que generan una serie de señales propioceptivas», reseñó el portal buruzgimnasiocerebral.com.
De hecho, según estos investigadores, la falta de abrazos y caricias podría ser un factor desencadenante o agravante de los trastornos de la imagen corporal, como la anorexia y la bulimia.
La explicación científica es que cuando alguien nos abraza, el contacto físico activa los receptores de presión que tenemos en nuestra piel (corpúsculos de Pacini) y responden principalmente a la presión profunda. Estos receptores envían inmediatamente señales al nervio vago.
«En ese punto, comenzamos a sentirnos bien porque ese nervio está conectado con fibras nerviosas que alcanzan diferentes pares craneales y desempeñan un papel importante en la regulación de la mayoría de las funciones clave del cuerpo, incluida la presión arterial. Por lo tanto, como resultado de un abrazo y la estimulación del nervio vago, disminuyen la frecuencia cardíaca y la presión arterial», explicó el texto.
