Desde chicles que mientras se mastican van cambiando de sabor, hasta productos encapsulados con sabores únicos, y algo tan simple y orgánico como las semillas de chía, son parte de los llamados nuevos alimentos.
¿Qué son exactamente?, pues un conjunto de productos o ingredientes que no se conocían o consumían en la Unión Europea, antes de mayo de 1997, y que están cambiando poco a poco la manera de alimentarse de los habitantes del viejo continente.
Concepto nuevo, historia vieja
Es impensable la concepción de la gastronomía italiana sin la pasta y el tomate, o de los platos del profundo Caribe americano, sin el arroz blanco. Sin embargo estos conceptos que revolucionaron la manera de comer de los italianos y caribeños, son historia reciente del mundo.
Antes del descubrimiento de América, un genovés como Cristóbal Colón no había visto ni probado jamás el fruto rojo que es la base de casi cualquier salsa actual de su país y ningún caribe de la costa venezolana había visto en su vida los granos blancos que ahora acompañan casi cualquier preparación.
En esa época no había mayor regulación, los exploradores simplemente llevaban semillas y trataban de sembrar en sus pueblos u observaban las preparaciones para copiarlas a miles de millas marítimas de distancia.
Pero el intercambio no paró, por lo que la Unión Europea vio la necesidad de regular lo que entraba a su territorio para el consumo humano.
El resultado fue, por ejemplo, el consumo de semillas de chía en muchas de las preparaciones y como suplemento saludable, por sus altas concentraciones de Omega 3, como explica el experto en regulación de nuevos alimentos, Jean Pottier.
Tecnología
El experto belga sin embargo aclara que no solo se trata de exportación propiamente dicha, ni de ingredientes orgánicos, sino en la aplicación de nuevas tecnologías, como es el caso de un elemento químico que se agrega a los chicles para que no se peguen al suelo una vez masticados o técnicas de encapsulación de sabores.
“Estas aportaciones a nuestro repertorio alimentario no sólo conllevan una mayor variedad y novedad como su nombre indica, sino que también involucran beneficios fruto del esfuerzo e investigación científica en el caso de descubrimientos relativos a aditivos u otras tecnologías relacionadas con los alimentos, como una mejor preservación de la frescura y propiedades organolépticas de los mismos” como detalla la revista Muy Interesante, en su portal web.
En un artículo publicado en este medio digital se insiste en que “la regulación de estos Nuevos Alimentos asegura una mejoría constante de la industria alimentaria europea, al dotarla de una mayor capacidad de adaptación e innovación sin olvidar uno de los aspectos más importantes si no el que más, la seguridad alimentaria”.
Crítica
Sin embargo algunos nutricionistas consideran que los límites deben ser un poco más amplios, ya que los nuevos alimentos, en su mayoría parecieran promover a los ultraprocesados, una clasificación de consumo que los expertos insisten en evitar.
Detractores detallan que algunos de estos ingredientes nuevos, generalmente forman parte de las amplias listas de estas comidas que han pasado por procesos industriales más complejos y sustanciales, como es el caso de conservantes, edulcorantes, saborizantes y colorantes, u otros químicos, como aquellos que hacen que el chicle no se pegue al suelo, o vaya cambiando su sabor conforme se va consumiendo, por poner un par de ejemplos.
James Gallagher, reportero de ciencia y tecnología de la BBC, escribió en un artículo que varios estudios realizados en Europa, han demostrado el potencial daño en la salud del consumo excesivo de los ultraprocesados, y estos ingredientes químicos.
“El rápido y creciente consumo mundial de alimentos ultraprocesados, en detrimento de los alimentos menos procesados, puede generar una carga sustancial de enfermedades cardiovasculares en las próximas décadas” dijo Mathilde Touvier, de la Universidad de París, citada por Gallagher.
Tecnología positiva
Para Pottier es necesario separar el concepto de nuevos alimentos con el de ultraprocesados. El experto en regulación señala, por ejemplo, que algunos ingredientes nacidos de la tecnología, han sido beneficiosos para la salud, como es el caso de los fitoesteroles de la margarina, utilizados para reducir el colesterol.
De hecho, especialistas insisten en que las políticas de Nuevos Alimentos han estado rodeadas de mucha desinformación, por lo que la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), esperan servir como guía a las personas interesadas en conocer más sobre el tema.
Explican portales especializados que un trabajo conjunto de estas dos instituciones “ha puesto en marcha una iniciativa de concienciación alimentaria encontrada en la campaña de seguridad alimentaria #EUChooseSafeFood, que tiene como objetivo animar a los ciudadanos europeos a elegir sus alimentos con confianza en ámbitos como los Nuevos Alimentos”.
Explica el portal web consumer.com que, como dijo Pottier, la nueva tecnología está enfocada en mejorar la nutrición, más allá del temor que la comunidad tiene con la palabra “química” dentro de la gastronomía.
“En los últimos años han proliferado los llamados alimentos funcionales. Son aquellos a los que se les atribuyen efectos potencialmente positivos en la salud, como los lácteos con omega 3 DHA para ayudar a controlar el colesterol o los complementos en cápsulas o polvos solubles con vitaminas, antioxidantes o ácidos grasos para deportistas” insisten.
“Se ha generado la sensación de que si un ingrediente es artificial, químico o sintético va a ser peor que uno natural, y esto es absurdo. Ni la seguridad ni la funcionalidad dependen de la procedencia. De hecho, muchas veces los ingredientes sintetizados artificialmente son más seguros que los otros”, destaca José Manuel López Nicolás, vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica de la Universidad de Murcia, citado por Consumer.com.
Ya sea harina de larva de escarabajo, cuyo desarrollo se muestra más sostenible por la casi nula emisión de carbono para su producción, semillas de chía o elementos que ayudan a disminuir el colesterol de las harinas, expertos insisten en que no se trata del consumo de nuevos alimentos o de orgánicos tradicionales, sino en el balance que se le da a cada plato, cuando se tiene como prioridad la salud.